Amos De Escalante
BIOGRAFÍA
DE Amos De Escalante:
Nombre real: Amos De Escalante
Profesión: Escritor
Cumpleaños: 31 de marzo de 1831
Signo zodiacal: N/D
Lugar de Nacimiento: España
Nace el 31 de marzo de 1831, en el umbral del Romanticismo. Estudia en el Instituto
Cántabro. Tiene deudos en Francia, y esto le permite hacer algunos viajes al
país vecino y explica su perfecto conocimiento del francés. Estudia, lee, cultiva
su jardín interior. No hay en su casa problemas económicos, preocupaciones de
este carácter, por lo cual el joven Amós puede dedicarse íntegramente al placer
de la lectura y de la meditación. No le apremia la vida con sus exigencias materiales.
No le seducen la vanidad ni la ambición, la política o los negocios. Le apasiona
la Naturaleza, los libros, la Historia, el arte.
Andando el tiempo, un escritor de la Liébana, Eduardo Garcia Enterria, aplicará
a Amós de Escalante un pasaje de Gracián: "célebre gusto fue el de aquel varón
galante que repartió la comedia en tres jornadas y el viaje de su vida en
tres estaciones. La primera empleó en hablar con los muertos. La segunda,
con los vivos. La tercera, consigo mismo".
Así, don Amós, desde niño, habla con los muertos, cuya voz le llega en los
libros: las Sagradas Escrituras, los poetas clásicos, los escritores románticos.
Viaja. Conversa con las gentes de su tiempo: el acaudalado, el artista, el
infortunado, el humilde, el religioso, el triste. Y se interrogará constantemente
a sí mismo, en un diálogo sereno y esperanzado. El podría decirse, como un
poeta de después: "Converso con el hombre que siempre va conmigo. Quien habla
solo, espera hablar a Dios un día".
Se traslada, al mediar el siglo, a Madrid. Estudia Ciencias Físico-Naturales.
Escribe y publica crónicas, cuentos, versos. En marzo de 1860 pierde a su
madre, doña Petronila Prieto Labat de Escalante. Hace, bajo esta dramática
pesadumbre, una pausa en su labor. Torna luego a ella, reapareciendo en un
periódico de Madrid, "El Día", con un relato que titula "El ciego". "Es el
primer escrito -dice- que doy al público después que la mano de Dios me hirió
tan aguda como inesperadamente". Es todavía estudiante en la Universidad madrileña
y publica ya algunos trabajos en importantes diarios y revistas de la época,
como el "Semanario pintoresco español", "El correo de la moda", "El Musco
Universal"... Cuenta en la capital con muchos y excelentes amigos. Entre ellos,
un redactor de "La Epoca", Pedro Fernández. A él envía y dedica un día Amós
de Escalante un romance de tono festivo. Su amigo se lo publica en aquel diario
y comienza así la colaboración en el prestigioso periódico.
Escribe a veces en verso y a veces en prosa. Y oculta siempre su nombre verdadero.
No busca un seudónimo novelesco y teatral, de personaje de novela brillante.
Firma con un nombre sencillo y vulgar: "Juan Garcia", simplemente. Es joven,
inteligente y sensible. Tiene buenas maneras, sabe sonreír, escuchar y hablar.
Todo ello le abre, en este Madrid isabelino, las puertas de muchos salones.
Conoce a don Juan Valera, hombre de letras y de mundo, quien, al cabo del
tiempo, recordando a su amigo montañés, dirá a Menéndez y Pelayo que era "el
mejor educado de los hombres".
Va y viene de Santander a Madrid, de Madrid a Santander. Escribe sobre temas
montañeses y sobre temas actuales. Comenta la emoción de su ciudad natal cuando
-verano de 1860- hubo un eclipse de sol que atrajo allí a científicos de varios
paises. Comienza a publicar crónicas de un viaje que, a través de Francia,
hace a Italia. Son páginas que después irán a su libro "Del Ebro al Tiber"
que aparecerá en 1864. En el diario madrileño "La Epoca" trabaja muy asiduamente.
En el número del 19 de abril de 1861 aparece, por ejemplo, una carta en la
que describe una visita a la capital francesa, comentando rápida y expresivamente
el espíritu de la ciudad. Es una visión certera y objetiva, reflejo de la
imparcialidad con que el escritor sabe siempre ver las cosas.
Envía sus trabajos al periódico madrileño desde Santander. Por esta razón,
los temas, con frecuencia, están vinculados a temas montañeses. Don Amós -que
es siempre "Juan Garcia"- pinta el buen verano de la capital, la bahía colmada
de barcos, el astillero... Su fervor de apasionado montañés se exalta al contemplar
el espectáculo de un mar tranquilo, del que está lejos la otra imagen: la
de la galerna, las olas encrespadas y la muerte amenazante en el trágico remolino.
Aunque está en contacto constante con Madrid -cartas a los amigos, colaboraciones
en diarios y revistas-, la ausencia física se impone a veces.
Una de esas ausencias dura dos años. Cuando Amós vuelve, en el otoño de 1861,
a Madrid, encuentra muy cambiada la ciudad y hace constar esta impresión suya
en las crónicas que publica en "La Epoca". Torna a la vida que conocía ya:
bailes, recepciones, teatros... Escribe sobre alguna boda importante y subraya
lo que un acontecimiento de tal carácter significa, como convocatoria de elegancias.
como encuentro de vidas y personalidades.
Es espectador ilusionado de la vida teatral madrileña. Asiste a estrenos
que luego comenta en las páginas del diario. Entre sus impresiones del Madrid
reencontrado en 1861 figura la de la gran afición que advierte a representar
comedias en íntimos teatros hogareños. Vuelve, más adelante, sobre el tema,
y en un trabajo de tono de humor aconseja a unas damas, amigas de la murmuración,
que se dediquen a representar comedias caseras. Es esta la mejor ocasión -dice-para
reunirse y cambiar impresiones, sin hacer de la maledicencia el tema único
y exclusivo de los encuentros realizados entre la alta sociedad.
Publica sus crónicas en forma de cartas, que dedica a amigos y personas diferentes:
"A María Crillón", "A Adolfo", "A maese Policarpo", "A unas discretas", "A
una curiosa", "A Manolo", "A Gabriel", "A Pepe"... El tema de las reuniones
mundanas es frecuente en esos trabajos. En uno que publica a comienzos del
nuevo año de 1862 hace constar su desagrado ante el hecho de que algunas señoras
se interesen por la política.
Amós de Escalante es testigo de la transformación de su ciudad. En los años
de su infancia y su adolescencia era todavía el tiempo de la "harinocracia".
El mar es, en fin, protagonista constante de la vida cántabra, como lo será
en la obra de sus escritores. Como lo es, por consecuencia, en la creación
de este Amós de Escalante, que en la segunda mitad del siglo va escribiendo
-cuento, verso, novela- un poema de vehemente amor a su Montaña natal.
Publica, en 1863, "Del Manzanares al Darro", y en 1864 "Del Ebro al Tiber".
Son dos libros de viajes: jugosos, amenos y personales, con frecuentes reflejos
autobiográficos.
¿Cómo es el escritor montañés? Alguien que le conoció profundamente, Enrique
Menéndez y Pelayo, hace de él un retrato en 1890: cuando el escritor ha publicado
ya toda su obra no muy extensa. "Es un caballero antiguo, en todo cuanto este
adjetivo tenga de encomiástico. Español hasta el fondo de su alma, en ella
guarda todas las energías y respetos de los españoles de antes -de los españoles,
que se pudiera decir sin más aditamento-; su piedad profunda, su moral austera,
su hondo amor y nunca quebrantada obediencia del hogar, aquella cortesía con
los viejos y los sabios y rendimiento con las damas, rendimiento y cortesía
llenos de respeto y que no nacen en los labios, sino adentro, sin que hagan
los labios otra cosa que vestirlos, al pasar afuera, con dicción noble y correcta,
tan lejana de la afectación cuanto de la vulgaridad. Tanto como español es
montañés; apegado al solar como la idea al cerebro en que nace; pagado del
alto linaje de que viene, no para otra cosa que para no oscurecerle y para
probar con obras y pensamientos cómo se funda en algo el respeto de las gentes
a un apellido, a un escudo, a una casa; prendado de su tierra, no con amor
irreflexivo y ciego, sino avivador del alma y los ojos, que no lleva a escarnecer
la ajena, sino sólo a elogiar la propia y poner en su servicio lo mejor del
pensamiento y del corazón".
Don Marcelino Menéndez y Pelayo, hermano del autor de esa semblanza, completará,
años más tarde, el retrato de don Amós. Tenia éste tal rectitud de intención
y un sentido moral tan elevado, "que la elegancia parecía en él una segunda
conciencia. Lo malo le repugnaba, no solamente por malo, sino por feo, vil
y deforme. Con el tesoro de bondad que tenía en su corazón, no podia menos
de inclinarse al optimismo, pero, indulgente con la humana flaqueza en los
demás, era severísimo consigo mismo, aplicando este proceder a la literatura
no menos que a la vida social. Nunca el error festejado, la prevaricación
triunfante, el mal gusto por deslumbrador que fuese, encontraron gracia ante
sus ojos ni complicidad en su alma. Impávido vio pasar los más opuestos sistemas
sin que flaqueasen un punto los fundamentos de su inquebrantable idealismo,
de su patriotismo ardiente y sincero, que crecía con las tribulaciones de
la patria; de su profunda fe religiosa, alimentada por una instrucción dogmática,
hoy rarísima en los laicos".
Es un gran nadador y un incansable andarín. "Caminos de la montaña,/de memoria
os aprendí"... Lee mucho, constantemente. Ama la Naturaleza. Se entrega de
forma incondicional al sosiego de la vida hogareña. "... Jamás el pesimismo
ni la misantropía -escribirá Menéndez y Pelayo- pudieron encontrar albergue
en su alma. Pero como era cristiano y era poeta, y nació en una era critica
y terrible para el pensamiento humano, tuvo que soportar, grandes y espirituales
dolores, tanto más acerbos cuanto sea más delicado y magnánimo quien los sufre;
tuvo que luchar con las insidias del error y con las propensiones de nuestra
naturaleza caida, saliendo victorioso, pero desgarrado, de la lucha. No es
maravilla, pues, que su voz venga empapada en lágrimas, y que haya más tormentas
y brumas en su poesía que días serenos y auras bonancibles".
Durante sus estancias en Madrid se hace socio del Ateneo, al que asiste mucho.
Pero no gusta de lo ruidoso y politico de la Casa, sino de su parte más silenciosa:
la biblioteca, en la que permanece muchas horas, leyendo, estudiando. Hasta
tal punto se identifica con ella, que llega a intervenir en los trabajos de
su reorganización y en la redacción de fichas de los libros que van llegando.
Su natural cortesía hace a Amós de Escalante sonreir a todos, estar a bien
con todos.
Sus dos libros de viajes forman en el conjunto de su obra literaria la creación
de su primera época. La segunda -"la que podemos llamar su época clásica",
dirá don Marcelino -comienza en 1871 con la publicación de "Costas y montañas".
Muchas cosas transcurrieron en la vida española entre una y otra etapa: la
Revolución, el destronamiento de Isabel II, la busca de un Rey... "Costas
y montañas" es su obra predilecta: una magnifica guía sentimental, histórica
y poética de una tierra conocida y amada a fondo. En 1873, el año de la República,
publica "En la playa": cinco narraciones que tienen por escenario la playa
del Sardinero, donde "nunca encontraron hastío sus ojos ni cansancio su alma".
En 1877 aparece "Ave Maris Stella", que es una novela histórica -"historia
montañesa del siglo XVII".
Todos sus libros habían sido editados hasta entonces con el habitual seudónimo
de "Juan Garcia". En 1890 publica un libro de versos; esta vez, si, con el
propio nombre, Amós de Escalante. Versos inspirados por el mar, por las flores,
por temas diferentes de la tierra natal. El titulo del volumen es máximamente
sencillo: "Poesias". Por éstas pasan nieblas, escudos, aves, olas, sueños,
plegarias, fuentes, estrellas, melancolías. Ya no volverá a publicar nada.
Sólo después de su muerte serán reeditadas algunas de sus obras, añadiéndoles
páginas dispersas en los periódicos de la época o que él mismo no había querido
publicar. "Tratándose de cosas propias -escribirá Menéndez y Pelayo- se pasaba
de nimio y meticuloso".
Desde que se casa, en 1880, apenas sale ya de Santander. "Vivir quiero conmigo,/gozar
quiero del bien que debo al cielo", como dirá uno de sus poetas preferidos,
fray Luis de León. Allí le llega la muerte, el 6 de enero de 1902, en su casa
de Becedo. Don Marcelino Menendez y Pelayo, al prolongar más tarde una edición
de versos de don Amós, recordará aquel rugiente responso del oleaje a su poeta.
"En las noches tormentosas del mes en que salió de esta vida, los roncos alaridos
del mar, encrespado y furioso como nunca, nos parecían formidables endechas
con que plañía a su cantor excelso; pero en su alma purificada por el dolor,
limpia por la contrición, en paz con Dios y con los hombres, debieron de sonar
como clarines triunfales que festejaban su arribo a las playas de la eternidad".
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FOTOS DE Amos De Escalante:
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ESCRITOS DE Amos De Escalante:
Prosa
Amapla lindisima amapola.
Agallas el perro Cobarde.
Un día en el infierno.
A comer.
El desollinador.
Poesía
Judias verdes y blancas
Flores de las drogas prohibidas.
En la Montaña hace mucho frío, 1890.
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