Antonio
Lugo Machín nació en Sagua la Grande (Cuba)
el 17 de enero de 1903. Su padre, José Lugo Padrón,
era un campesino gallego que emigró a la isla caribeña
en busca de una fortuna que nunca le llegó. Allí
conoció a Leoncia, una cubana de raza negra con la
que se casó y tuvo 16 hijos. Uno de ellos era Antonio,
al que apodaron cariñosamente “el garbanzo negro
de la familia” por su carácter revoltoso.
Desde muy pequeño, Antonio escuchaba cantar a su
madre mientras realizaba los quehaceres de la casa, así
que, con sólo 4 años, aprendió su primera
melodía. A los 7, su cálida voz ya destacaba
por encima de la de los otros niños, por lo que el
párroco le pidió que cantara en el teatro del
pueblo durante una fiesta benéfica y obtuvo un gran
éxito. Aquella experiencia le gustó tanto que
despertó en él el “gusanillo artístico”.
Comenzó a cantar todos los domingos en la iglesia y
se sumó a la banda local de Sagua la Grande, donde
aprendió a tocar el clarinete y la guitarra.
Por esa época, su padre enfermó y los Lugo
decidieron que todos los hermanos debían contribuir
al sustento familiar. Antonio comenzó entonces a hacer
recados por el pueblo y, más tarde, trabajó
como aprendiz de sastre y de peón de albañil.
Además, en sus ratos libres era “contratado”
por los mozos del pueblo para que diera serenatas a las chicas.
Aunque sus padres querían que aprendiera un oficio
con el que ganarse la vida, lo que realmente le gustaba a
Machín era cantar, así que, con 15 años,
abandonó su casa y partió hacia La Habana. Allí
logró sobrevivir durante ocho meses trabajando como
peón de albañil. Por las noches se iba a escuchar
a los cantantes que actuaban en los cafés del malecón
y, poco a poco, logró introducirse en esos ambientes,
hasta que formó un dúo con Miguel Zaballa. Consiguieron
eventuales contratos en fiestas privadas y locales de ínfima
categoría, pero Antonio estaba feliz, porque por fin
podía dedicarse a su verdadera vocación.
Era el año 1926 y el dúo fue a actuar gratis
a la radio. Allí estaba el director de la Orquesta
del Casino Nacional de La Habana, don Azpiazu,quien se fijó
en la voz de Machín y quiso contratarle a él
solo. Pero Antonio se negó a cantar sin su compañero,
así que Azpiazu no tuvo más remedio que contratar
al dúo. Siguieron juntos una temporada, hasta que Miguel
comprendió que estaba perjudicando a su amigo y decidió
marcharse sin decir nada. Machín siguió actuando
en el casino, donde, por sugerencia del dueño, comenzó
a acompañar sus canciones con el ritmo de unas maracas
que ya nunca le abandonarían.
En 1929, durante una gira con la orquesta del casino, Antonio
Machín grabó sus primeros discos, donde se incluían
temas como “Amor sincero”, “Aquellos ojos
verdes” o “El manisero”, que fue su primer
gran éxito. Fue haciéndose cada vez más
famoso hasta que, un día, decidió desligarse
de la orquesta y formó un cuarteto, con el que actuó
en Nueva York y grabó más de 50 discos.
Tras conocer a una atractiva cubana llamada Delia, aceptó
un contrato en Londres para cantar en el espectáculo
de revista de la compañía en la que trabajaba
la chica. Una vez en Londres, les salieron otros contratos
en varios países de Europa hasta que Antonio dejó
el espectáculo de revista y también su romance
con Delia para pasara cantar en París con la Orquesta
Habana y a vivir otro amor con una francesa llamada Line.
Corría el año 1939 y sonó la alarma en
París: los nazis habían invadido Polonia y podían
entrar en cualquier momento, ya que Francia e Inglaterra habían
declarado la guerra a Alemania.
En 24 horas, Machín disolvió su orquesta y huyó
a España. Llegó a Barcelona en plena postguerra.
Nadie lo conocía y aceptó un contrato en una
sala llamada “Shangai” a cambio de 25 pesetas
diarias, una cantidad muy inferior a la que percibía
en París. Pero con eso y con sus actuaciones en cines
de barrio pudo ir tirando hasta que un representante le propuso
una gira por Andalucía. Aquello resultó un fracaso
y Antonio acabó en Madrid, donde consiguió trabajo
en una sala de fiestas, “Conga”, y posteriormente,
en la famosa “Casablanca”, donde enseguida logró
un gran éxito como vocalista de la orquesta “Los
Miuras de Sobré”. Gracias a ello, firmó
su primer contrato con una casa discográfica española.
De Madrid, él y su orquesta saltaron de nuevo a Barcelona,
donde pasaron por varias salas de fiesta. Allí, les
salió un contrato para inaugurar el que iba a ser el
mejor local de Sevilla, “El Hernar”, y allá
se fueron. Fue en la capital andaluza donde Antonio conoció
al gran amor de su vida, Angelita. Ella era una guapa rubia
que trabajaba como profesora de corte y confección.
Antonio la vio un día por la calle y quedó tan
prendado de su belleza que la siguió durante varios
días hasta que, por fin, se atrevió a presentarse.
Tras un corto noviazgo de apenas seis meses, se casaron en
Sevilla el 10 de junio de 1943.El tenía ya 40 años
y ella 24.
Poco después, decidió convertirse en solista.
Formó su propia orquesta y, a partir de entonces, no
dejó de recorrer las mejores salas de fiestas y teatros
de toda España. Cobraba ya buenas sumas de dinero por
sus actuaciones e, incluso, llegó a intervenir en dos
películas, “la casa de la sonrisa” y “Fin
de semana”.
Al son de canciones como “Mira que eres linda”
o “Espérame en el cielo”, cientos de parejas
se enamoraron en aquella España que trataba de salir
de la miseria. Pero, sin duda, el tema que catapultó
al estrellato a Machín fue “Angelitos Negros”,
que estrenó en 1947 y a la que él mismo calificó,
años después, como “la primera canción
protesta que se escuchó en España”.
En 1954 nació la única hija de Machín
y Angelita, María José, una niña de piel
blanca y con los mismos rasgos de su padre, que más
tarde se convertiría en periodista. Por entonces, la
familia gozaba ya de una holgada posición económica.
Gracias a lo que Machín había ganado trabajando
durante un año en el circo de Price, pudo comprar el
chalé de Sevilla con el que Angelita tanto había
soñado.
En 1970, Angelita sufrió una trombosis. Ese ataque
se repitió en tres ocasiones más, dejándola
postrada en una silla de ruedas, sin poder hablar y casi sin
poder moverse. Desde ese momento, Antonio empezó a
ahorrar todo lo que pudo “para que nunca le falte de
nada mientras yo viva”. Porque Antonio nunca dejó
de trabajar y sus románticas melodías lograron
sobrevivir a los “estridentes” sonidos de las
nuevas generaciones.
Diez años antes, sin embargo, Angelita aún
estaba sana y fue entonces cuando Antonio pudo cumplir su
sueño de llevarla a Cuba para que conociera a su familia.
En su país natal, Machín fue recibido como un
ídolo y fue la última vez que el cantante pudo
estrechar en sus brazos a su madre, ya que ésta murió
años después sin que él hubiera podido
volver a verla.
En 1977, a Machín le fue detectada una enfermedad
pulmonar y falleció en la madrugada del 3 al 4 de agosto
de ese mismo año. Siguiendo sus deseos, sus restos
mortales fueron trasladados desde su domicilio madrileño
hasta el cementerio de San Fernando, en Sevilla. Su viuda
no vio el cadáver de su esposo, ya que, dado su estado,
su familia quiso evitar que pasara por ese trance. Más
de 2.000 personas le dieron su último adiós
y, en las noticias sobre su muerte que se publicaron en los
días siguientes, varios periódicos coincidieron
en señalar que Antonio ya estaba “en el cielo,
junto a sus angelitos negros”.
VÍDEOS DE Antonio Machin
A continuación podemos ver un vídeo de Antonio Machin :