Bob Hunter

bob_hunterRobert Lorne Hunter nació el 13 de octubre de 1941 en Sant Boniface, la zona francófona de Winnipeg, capital del estado canadiense de Manitoba. Fue el mayor de los dos hijos de un instructor de vuelo que al acabar la guerra se convertiría en camionero y de una ama de casa muy de- vota. En casa hablaban francés y en la calle, en ingles. Bob siempre reconoció que fue un mal estudiante con una sola obsesión: escribir. Según él mismo comento, en su niñez “era un desastre, rebelde, no prestaba atención en clase. Los profesores de inglés me amaban pero el resto me odiaban”. Persiguiendo su sueño de escribir, dejó los estudios y, ávido de aventuras y nuevas experiencias, en 1960 se fue en autobús a Los Ángeles, pero en el camino perdió todo su dinero en los casinos de Las Vegas. Regresó a Canadá, donde sobrevivió comiendo perritos calientes y ganando algunos dólares en una fábrica de botellas. De regreso a su ciudad natal, encontró trabajo en una compañía de envasado de alimentos, donde no duró mucho tiempo y fue despedido. Poco después, le detuvieron por vender enciclopedias sin licencia y pasó una noche en la cárcel de Flin Flon.

Tampoco le duró mucho su siguiente empleo como copista en el diario “Winnipeg Tribune” ya que en 1962, con la ilusión de inspirarse para escribir, se fue a vivir a París, para luego trasladarse a Londres. Allí conoció a Zoe Rahim, activista antinuclear que trabajaba en una librería médica. Se enamoraron, iniciaron una relación y ella quedó embarazada. Aunque eran tiempos del amor libre, en 1963 se casaron y se fueron de luna de miel por Gales, donde participaron en la marcha pacífica sobre Aldemarston, población donde los británicos desarrollaban su programa nuclear. Tras nacer su primer hijo, Conan, se trasladaron a Canadá, donde nacería la segunda hija del matrimonio, Justine, en 1965. Pero la pareja no duró demasiado tiempo y acabaron por divorciarse.

De vuelta a Canadá, Hunter empezó a trabajar en el diario “Vancouver Sun”, donde sus jefes, por su talante “hippy”,le destinaron a informar sobre los movimientos contraculturales, con los que Bob se sentía profundamente identificado. En 1969, se unió al comité “No provoquéis olas”, un grupo antinuclear que se llamaba así porque creían que las pruebas nucleares que se estaban ensayando en el Océano Pacífico podían provocar un maremoto. Este grupo fue la génesis de lo que después sería Greenpeace. En octubre de 1971, con 10 amigos tan entusiastas como él con la causa ecologista, alquilaron un viejo bacaladero llamado “Phyllis Cormack” gracias a los fondos que habían recaudado en un concierto de música. La idea del grupo era colocarse en medio de la zona marítima del Pacífico donde EEUU iba a lanzar una de sus bombas atómicas experimentales. La expedición, a la que llamaron “The Greenpeace” (Paz verde), nunca llegó a su destino por problemas burocráticos que nadie había previsto. Pese al fracaso, la repercusión mediática y el apoyo popular a la acción fueron tan grandes que, por primera vez, un Gobierno -y nada memos que el de EEUU-, tuvo que reconsiderar su política nuclear y decidió suspender esas pruebas nucleares. Aquella primera batalla sentó las bases del futuro movimiento ecologista: protestar con acciones directas, pero no violentas.

Greenpeace abrió su primera oficina en Vancouver (Canadá) poco después de terminar el viaje. “No había ni un socio, sólo teníamos lo justo para pagar los 50 dólares de alquiler y la factura de teléfono” explicaba Bob, que en 1973 fue nombrado su primer presidente. En los cuatro años que estuvo en el cargo trabajo para transformarla en organización internacional.

A finales de 1975, se produjo la primera gran acción espectacular de Greenpeace. De nuevo alquilaron el Phyllis Cormack y desde allí lanzaron unas lanchas “zodiac” que subieron por la rampa de un ballenero soviético. Ante la atónita mirada de la tripulación, Bob se subió a lomos del animal que estaban descuartizando con una pancarta de protesta mientras todo era grabado por las cámaras de la cadena americana de televisión ABC. Con sentido del humor, Hunter reconocía que “como periodista era un traidor” ya que “en vez de contar una noticia, yo la hago y luego informo sobre ella”. Las acciones de Hunter a veces sorprendían hasta a sus propios colegas. Un ejemplo típico fue cuando se llevó a Brigitte Bardot, mito sexual de la época, a los hielos del norte de Canadá para denunciar las masivas cacerías de focas que eran despellejadas vivas, especialmente las crías, de piel más fina.

En 1976, se casó en segundas nupcias con Bobbi Innes, “ecoguerrera” de Greenpeace desde los inicios y la primera mujer que se puso frente a un arpón en defensa de las ballenas. Con ella tuvo dos hijos más, Will y Emily. Esta última, ha seguido sus pasos siendo periodista y ecologista y participa en campañas contra la caza de ballenas y por la conservación de las islas Galápagos (Ecuador).

Frustrado por las disputas internas que tuvo la organización en sus orígenes, Hunter cedió en 1977 la presidencia a David McTargatt, constructor, ex campeón de bádminton y millonario. Bob siguió como asesor de Greenpeace hasta finales de los 80 y participó en alguno de los viajes. De hecho, había vuelto a retomar su faceta de periodista en el “Vancouver Sun”, escribía novelas y colaboraba en diferentes programas de televisión canadienses como experto ecologista, aunque también tuvo una sección en otro programa matutino donde comentaba los contenidos de los periódicos vestido con un albornoz.

El primer barco propiedad de Greenpeace fue un antiguo pesquero que compraron en 1978 y al que llamaron “Rainbow Warrior” (Guerrero del Arco Iris). Era un homenaje a una leyenda de los indios nativos canadienses que dice que un día las razas del mundo se unirán como un guerrero del arco iris para defender la Tierra. El mayor golpe dado a la organización, que ha visto prohibidas sus actividades en muchos países, fue en 1985 cuando los servicios secretos franceses hundieron en Nueva Zelanda su buque insignia que había viajado hasta allí para protestar contra las pruebas atómicas que el Gobierno galo hacía en el atolón de Mururoa y donde murió un ecologista portugués. Aunque fue reflotado, era imposible su reparación y hoy descansa en los fondos de las islas Cavalli, al norte de Nueva Zelanda, como arrecife artificial. Un Tribunal Internacional condenó a Francia a indemnizar a Greenpeace y, en 1989, pudo botarse un nuevo “Rainbow Warrior”. La organización, que está implantada en todo el mundo y que sólo en España cuenta con 100.000 miembros, dispone actualmente de tres barcos más: el “Artic Sunrise”, el “Argos” y el “Esperanza”, que es el mayor. También tienen un globo aerostático desde donde cuelgan pancartas, sacan fotografías de “crímenes medioambientales” y utilizan para toma de datos atmosféricos y de contaminación, además de servir como plataforma para saltar en paracaídas durante determinadas campañas.

A Bob Hunter le detectaron en 1998 un cáncer de próstata. Rechazó ser operado y se sometió a varios tratamientos de medicina alternativa en México. Pese a su enfermedad, en el 2001 se presentó como candidato del Partido Liberal de Ontario al Parlamento pero no consiguió ganar el escaño. Poco después, perdería la batalla de la vida y el 2 de mayo del 2005, con 63 años, falleció en su residencia de Toronto. Sus cenizas fueron repartidas entre el norte de Canadá, un iceberg de la Antártida y sus amadas islas Galápagos.

VÍDEOS DE Bob Hunter
A continuación podemos ver un vídeo de Bob Hunter :





Fotos de Bob Hunter:



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