Isabel
Vargas Lizano nació el 17 de abril de 1919 en un pueblo
del cantón de San Joaquín de Flores (Costa Rica).
Su padre se llamaba Francisco y su madre Herminia y tuvo tres
hermanos: Álvaro, Rodrigo y Ofelia. Chavela, que nunca
recibió el cariño de sus padres, vino al mundo
casi ciega. Recuperó la vista gracias a la cura con
hojas de plátano y curare (un tipo de veneno) que le
practicó el chamán de su pueblo. Con tres años
sufrió una poliomelitis que la obligó a llevar
unos hierros en las piernas durante mucho tiempo. Después
tuvo un herpes, una enfermedad muy extraña en niños.
Sus padres se divorciaron cuando era muy niña, provocando
un sonado escándalo. Ella y su hermana se fueron a
vivir con su madre a San José, la capital de Costa
Rica, pero muy pronto su madre la envió a vivir con
unos tíos a los que no conocía de nada y por
los que Chavela nunca sintió ningún cariño.
Se levantaba de madrugada y trabajaba en el campo recogiendo
naranjas o café. Como los adultos no cuidaban de ella,
Chavela hizo como todos los niños pobres de Centroamérica
y Sudamérica: cuidar de sí misma.
“Creo que se dieron cuenta de que yo era homosexual
desde muy niña. Mis padres, mis hermanos, mi familia,
los conocidos y muchos desconocidos utilizaban para mi homosexualidad
la palabra rareza. Yo era un ser raro, una persona rara. Lo
cierto es que no me gustaba jugar con las niñas, ni
me interesaba entretenerme con muñecas, ni andar de
acá para allá con los cacharritos. Prefería
los rifles, las pistolas, las piedras y fingir que andábamos
en guerra... “, escribió en su autobiografía.
En su familia no cantaba nadie, pero Chavela cantó
desde niña. “Voy a cantar como cantan los mexicanos”,
se decía mientras sudaba con el trabajo del campo.
La vida con sus tíos en aquella finca se le hizo tan
insoportable que un día se escapó y se fue a
la capital, buscando a su padre. Tampoco duró mucho
tiempo junto a aquel hombre, que no demostró cariño
por ella.
A los 14 años, Chavela recogió sus escasas
pertenencias, vendió todo lo que tenía y con
el dinero se compró un billete de avión a México.
Llegó a Distrito Federal, la capital, a principios
de la década de los años 30. Si bien enseguida
encontró buenos amigos en Mexico, el trabajo le costó
algo más. Durante dos años fue haciendo un poco
de todo sin que nadie viera sus posibilidades como cantante.
Mucha gente le dijo, al principio de su carrera, que se dedicara
a otra cosa, que tenía una voz horrible, que ésa
no era forma de cantar. Pero Chavela sabía lo que quería
y, finalmente, consiguió poder actuar en algunos locales
de la ciudad. Al poco, fue a Cuba para una actuación
y se quedó en la isla caribeña durante dos años.
Durante esa larga estancia se gestó su primer éxito
y una de las canciones más emblemáticas de su
repertorio, “La Macorina”, escrita por el poeta
español Alfonso Comín. Prohibida al principio
en Mexico, “La Macorina” estaba inspirada en una
mujer muy bella a la que Chavela conoció y se convirtió
en himno de la guerrilla salvadoreña.
A mediados de los años 50 se produjo su despegue
hacia la fama. Actuaba en la Sala Champán del Hotel
Mirador,en Acapulco, ante un público de turistas cuando
dos norteamericanos que la escuchaban se quedaron prendados
de su voz y la convencieron para que los acompañara
a su país con la firme promesa de conseguirle un contrato
para el Blue Angel, uno de los locales más de moda
de Nueva York. Allí, con su guitarra, sus pantalones
(fue la primera mujer en vestirlos públicamente en
México, un país muy machista) y su jorongo (poncho
indio), Chavela enamoró a la intelectualidad neoyorquina.
Actuó durante cinco meses ininterrumpidamente.
En 1955 regresó a México, donde le propusieron
cantaren televisión. A partir de ahí, su especial
manera de decir las letras, de hacerlas suyas, de provocar
al público desde el escenario le valieron la admiración
de muchos intelectuales y artistas. No eran muchos, en un
principio, pero sí muy entregados. Chavela cantaba
lo que luego se llamaría “canción ranchera”,
es decir, la ranchera a ritmo de bolero y despojada de mariachis
y estridencias, casi hablada y muy sentida.
En 1961, Chavela grabó por primera vez un disco.
Para entonces, sus interpretaciones de los grandes autores
de la canción mexicana, como José Alfredo Jiménez,
Chucho Monje, Roberto Cantoral o Agustín Lara, ya estaban
consideradas auténticas joyas.”La llorona”,
“Volver, volver”, “Los ejes de mi carreta”,
“Cuando tú te hayas ido”, “Amanecí
entre tus brazos”, “Piensa en mí”,
o “Santa” fueron algunos de los temas más
conocidos de su amplio repertorio que la llevaron a subir
a los escenarios, siempre vestida con un toque indígena.
Ella aseguraba que no sabía vestir de otra manera y
que en una ocasión en que se puso vestido y zapatos
de tacón le fue imposible cantar. Entre sus amigos
figuran artistas e intelectuales de la talla de Frida Kahlo,
Diego Rivera o Carlos Fuentes.
Mujer de espíritu libre, Chavela nunca hizo bandera
de su homosexualidad ni comulgó con ningún partido
político, pero siempre mantuvo sus señas de
identidad. “Desde muy joven decidí que no iba
a dejarme dirigir ni mis sentimientos ni mi manera de pensar
ni de ser. Por fortuna, cuando empecé no se habían
inventado los directores artísticos”, aseguraba
en una entrevista. Al mismo tiempo que crecía su éxito,
se tejía en torno a ella una leyenda negra que aseguraba
que había disparado con pistola durante un concierto,
que había agredido a sus amantes presa de los celos
o que paseaba a caballo por Insurgentes, la gran avenida de
la capital mexicana.
Quizás lo más cierto de todo lo que se decía
de ella era su afición a la bebida, en especial el
mezcal y el tequila. Empezó a beber desde muy joven
-también era aficionada a los puros habanos- y aumentó
la dosis al comprobar que el alcohol aminoraba el miedo -pánico-
que le daban los escenarios. Acabó alcoholizada. Arruinada
y olvidada por los que antes la habían venerado, Chavela
se retiró de los escenarios y se refugió en
un pisito en Cuernavaca. Muchos llegaron a pensar que estaba
muerta, pero Chavela subsistía gracias al cuidado de
sus vecinos y el interés de unos pocos amigos. Sólo
vivía para beber y olvidar un dolor más allá
de toda realidad.
Pero, de la misma forma que había bajado al pozo, un
buen día de 1990 decidió dejar la botella. Ayudada
por la directora teatral Jesusa Rodríguez, volvió
a los escenarios.
Un año después, el director alemán
Werner Herzog la contrató para el rodaje de la película
“Grito de piedra”, filmada en la Patagonia argentina,
donde Chavela hacía de mujer indígena. También
en 1991 el director español Pedro Almodóvar
incluyó su tema “Piensa en mi” (cantado
por la española Luz Casal) en su película “Tacones
lejanos” y otros temas en películas posteriores.
La artista centroamericana también colaboró
con otros cantantes españoles como Joaquín Sabina
o Ana Belén. En julio de 1992 vino a España
para recibir un homenaje. Un año más tarde volvió
a los escenarios españoles de la mano del editor Manuel
Arroyo y grabó dos discos, que posteriormente se ampliaron
a cuatro. En 1994 actuó en el Olimpia de París,
lo que posiblemente le abrió las puertas del Palacio
de Bellas Artes de México, el máximo foro de
la cultura mexicana donde muy pocos intérpretes de
música popular han actuado. En agosto de 2000, después
de superar un cáncer, sufrió un infarto. Meses
después fue condecorada por el gobierno de Aznar con
la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Después
de dejar el alcohol y el tabaco, sigue una dieta macrobiótica,
hace ejercicio físico a diario y camina y vive prácticamente
retirada de la música.
VÍDEOS DE Chavela Vargas
A continuación podemos ver un vídeo de Chavela Vargas :