Dan
Brown llegó al mundo el 22 de junio de 1964 en Exeter
(New Hampshire, EEUU). Nacido en el seno de una familia episcopaliana,
fue el mayor de los tres hijos que tuvieron Richard G. Brown,
escritor y profesor de matemáticas, y Constance, compositora
de música sacra que tocaba el órgano en la iglesia.
El trabajo de su padre motivó que toda la familia fijara
su residencia en el campus de la Universidad de Exeter, donde
Dan estudió hasta los 14 años. De pequeño
se interesó por los puzzles, anagramas y crucigramas
y descubrió su pasión por los códigos secretos
a raíz de que su padre les montara a él y a sus
hermanos -Valery y Gregory- acertijos y juegos de pistas para
encontrar los regalos navideños y de cumpleaños.
Aquellos pasatiempos se convirtieron en la semilla del éxito
que, años después, obtendría con la literatura,
pero antes de dedicarse a ello sus inquietudes irían
por otros derroteros. Tras estudiar en la Phillips Exeter
Academy, se matriculó en Literatura en la Universidad
de Amherst, fue miembro de la hermandad Psi Upsilon, jugaba
al squash, cantaba en el club Amherst Glee y asistió
a las clases de escritura que impartía el novelista
Alan Lelchuk.
En 1985, abandonó temporalmente la universidad y se
trasladó a Sevilla, en cuya universidad asistió
durante un año como oyente a clases de Historia del
Arte. En la capital hispalense aprendió a bailar sevillanas,
se apasionó por las tapas y se quedó asombrado
por la gran opresión religiosa que se vivía.
“Nunca antes había experimentado nada parecido.
Los hijos de la familia con la que residí luchaban
por encontrar un equilibrio entre el mundo moderno y la antigua
estructura de poder de la Iglesia en sus vidas. Los padres
creían que la Iglesia tenía que dirigir sus
vidas y los hijos sentían que eso era el viejo mundo
y querían vivir el nuevo. De ahí que siempre
existieran fricciones”, afirma el autor, que utilizó
aquella experiencia en su novela “La fortaleza digital”.
Después de su regreso a EEUU, se licenció en
1986 y, tras un tiempo como profesor de Inglés, se
decantó por la música. Empezó a mezclar
efectos sonoros con aparatos electrónicos, fundó
su propio sello discográfico llamado Dalliance y editó
”Perspective”, un disco para niños en el
que se imitaba los sonidos de los animales de la selva. Todas
sus ilusiones se fueron al traste debido al escaso éxito
de ventas, así que hizo las maletas y, en 1991, se
marchó a Hollywood para intentar triunfar como letrista
y pianista.
Pero las cosas no salieron como él pensaba y acabo
dando clases en la Beverly Hills Preparatory School y colaborando
en la Academia Nacional de Compositores, asociación
que ayuda a músicos jóvenes. Allí conoció
a Blythe Newton, una pintora e historiadora de arte 12 años
mayor que él, con la que desde el primer momento hubo
una excelente relación que se transformó en
amor. Blythe le ayudó en su carrera musical montando
eventos promocionales y poniéndole en contacto con
personas de la industria. Editó varios discos, entre
ellos “Angels & Demons” y “Dan Brown”,
que pasaron sin pena ni gloria. En 1993, regresó a
New Hampshire acompañado de Blythe y empezó
a trabajar como profesor de Literatura inglesa al mismo tiempo
que daba clases de español para niños. Todo
cambió durante unas vacaciones en Tahití cuando
Dan leyó la novela de Sydney Sheldon “La conspiración
del juicio final”. “Fue una revelación
porque, hasta ese momento, sólo había leído
a clásicos como Shakespeare o Dostoyevsky :Ahí
me di cuenta de que quería ser escritor”, explicaría
años más tarde. En 1997, se casó con
Blythe, con la que no ha tenido hijos, y juntos escribieron
bajo el seudónimo Danielle Brown un libro humorístico
titulado “l87 hombres a los que evitar: guía
para las mujeres frustradas románticamente”.
Pero fue en una de sus clases cuando se dio cuenta del rumbo
que iba a tomar su vida. Uno de sus alumnos fue investigado
por la inteligencia estadounidense al interceptar uno de sus
correos electrónicos, en el que decía que le
gustaría matar a Bill Clinton. La información
que Brown obtuvo sobre como la Agencia Nacional de Seguridad
había actuado le sirvió para escribir “Fortaleza
digital”, su primera novela llena de acción y
códigos y ambientada parcialmente en la Sevilla que
había conocido en su juventud. Poco después
escribió “Ángeles y demonios” y
“La conspiración”, donde ya aparecía
el profesor de simbología Robert Langdon, inspirado
en el Indiana Jones buscador de secretos y cosas perdidas.
Con sus tres primeras obras solo había conseguido vender
10.000 ejemplares, por lo que se puso a promocionarlas él
mismo.
Decepcionado, pero no vencido, Dan Brown se puso a escribir
“El código Da Vinci” (2003), que, de la
noche a la mañana, se convirtió en un éxito
de ventas en todo el mundo así como en uno de los mayores
escándalos. El argumento del libro consiste en la teoría
de que el cristianismo habría vivido conscientemente
una mentira fraguada por la Iglesia católica durante
los últimos dos milenios al encubrir la verdadera historia
de Jesucristo y su matrimonio con Maria Magdalena, con la
que habría tenido descendencia. Pese a la polémica,
o quizás por ella, vendió 81 millones de ejemplares,
la obra se tradujo a 44 idiomas y la adaptación cinematográfica,
interpretada por Tom Hanks y Audrey Tatou, recaudó
casi 500 millones de euros. Dan se embolsó algo más
de 160 millones de euros en concepto de ventas y royalties.
“A pesar del éxito, mi vida no ha variado. Llevo
una existencia sencilla, tengo un coche muy normalito, sigo
haciendo las cosas de siempre y mi privacidad no se ha resentido.
Sin embargo, la fama atrae cosas negativas, te conviertes
en el centro de la diana, todo el mundo critica lo que haces
y no sabes cuando alguien se te acerca por lo que eres o por
lo que tienes”, asegura este escritor que es tan amado
por el público como denostado por los críticos
literarios. Críticas negativas que no inmutan a Brown,
que sigue imperturbable con su rutina a la hora de crear:
se levanta a las 4 de la mañana para escribir los siete
días de la semana durante ocho horas al día,
si bien en vacaciones reduce la jornada a tres o cuatro horas.
Tiene un reloj de arena que le marca los descansos que aprovecha
para jugar al tenis, hacer abdominales y charlar con su esposa
y, si durante el proceso creativo se bloquea, se cuelga boca
abajo del techo con unas botas especiales en lo que él
llama “terapia de inversión”.
En marzo del 2006, un tribunal británico le absolvió
de la demanda de plagio interpuesta por los investigadores
Michael Baigent y Richard Leigh, dos de los tres autores de
la obra “La sangre sagrada y el Santo Grial”,
publicada en 1982, que denunciaban que el célebre escritor
les había copiado su argumento para escribir “El
código da Vinci”.
Después de seis años sin publicar, Brown acaba
de sacar al mercado su último trabajo, que lleva por
título “El símbolo perdido” (Editorial
Planeta), del que vendió un millón de ejemplares
en su primer día a la venta en EEUU, Canadá
e Inglaterra y que, en nuestro país, ha llegado a las
librerías con una tirada récord de un millón
y medio de copias. Su nueva novela retoma el personaje del
profesor de simbología Robert Langdon y la trama transcurre
en Washington con un trasfondo de masonería, rituales
religiosos y alguna que otra muerte, que mantendrán
en ascuas al lector. “Esta ciudad es el inicio de América,
carece de una historia antigua, pero para nosotros es el corazón
de la tradición y para los europeos será un
shock lo que descubrirán. Y, lanzado su última
novela, Brown ya piensa en la siguiente, que podría
estar inspirada en el templo de la Sagrada Familia.
VÍDEOS DE Dan Brown
A continuación podemos ver un vídeo de Dan Brown :