ENRIQUE MORENTE

enrique_morenteEnrique Morente Cotelo 10 nació e125 de diciembre de 1942 en Granada. Criado en el seno de una familia numerosa y pobre que vivía en el barrio de A1baicín, se interesó por1a música desde pequeño. “El cante me viene de mi madre. Ella no era cantaora, pero de su voz viene todo. De ahí procede. También de los sonidos que escuchas de chico, los acentos, los ecos, las formas. De la voz que sale de un balcón, la discusión de dos vecinas, de una madre llamando a su hijo desde una ventanas”, explicaba en una entrevista. “Mi madre siempre me encontraba papelitos en los bolsillos en los que había escritas letras de cantes. Y me decía que me olvidara de eso, que pensara en hacerme un hombre de provecho. Entonces yo me buscaba algún trabajillo, pero ella me seguía encontrando esos papelitos en los bolsillos. “¡Vaya una carrera que llevas!", me decía. [ . . . ] Pero el cantaor no elige; ser cantaor es algo que manda en nosotros”, añadía, recordando una infancia en la que ejerció de siese en la catedral de Granada. Pero lo suyo era el flamenco, arte que empezaría a aprender al lado de Aurelio de Cádiz.

Sin haber pisado apenas la escuela y tras trabajar como peón de zapatero y ayudante de platero, a los 14 años sus ansias de dedicarse al flamenco le llevaron a Madrid. Allí, mientras aprendía a leer con novelas del Oeste, como él mismo explicó, contactó con un grupo de jóvenes aficionados al cante, universitarios en su mayoría, con los que cada noche acudía a los locales en los que se impregnaba de las esencias del jondo. En uno de ellos conoció a Pepe de la Matrona, un cantaor octogenario que había tenido el honor de oír a todos los grandes y de haber sido alumno de Antonio Chacón. Pepe se sintió muy interesado por enseñar a Enrique el Granaíno, como entonces le llamaban, más por su actitud de respeto y su capacidad para aprender que por su afinación o registro. Un registro que, sin embargo, le iba a permitir ser el único cantaor capaz de interpretar los “49 palos y medio” del cante jondo.

El debut de Morente tuvo lugar en la peña flamenca Charlot, actuación a la que siguieron otras en el año 1964 en la Casa de Málaga. Pero su salto a la profesionalidad fue ese mismo año cuando actúo con el Ballet de Marienma, con el que actúo en el Pabellón español de la Feria Mundial de Nueva York y en la embajada española de Washington. Contratado por el tablao Las cuevas de Nemesio, el prestigio de Enrique en el mundo flamenco creció considerablemente cuando entró a formar parte del elenco de Zambra y, posteriormente, en el Café de Chinitas, al tiempo que empezaba a ser reclamada su presencia en numerosos festivales y espectáculos.

Su primer disco no se hizo esperar y, en 1967, grabó con el mítico sello Hispavox “Cante Flamenco», un trabajo que incluía cantes nada habituales para la época ni para un joven de 25 años: cantos de Frasquito Hierbabuena, caña, cantes de Pedro, “el Morato” o mirabrás, entre otros. Al año siguiente, salió a la venta el segundo disco, “Cantes Antiguos del Flamenco”. Su encuentro con Manolo Sanlúcar cristalizó en una colaboración profesional que perduró durante mucho tiempo. Con este magnifico guitarrista Morente vivió la experiencia, en 1970, de ser el primer cantaor flamenco que actuaba en el Ateneo de Madrid. Para entonces, había contraído matrimonio con la bailaora gitana Aurora Carbonell,”la Pelota”, con la que tuvo tres hijos: Estrella, Soleá y Iosé Enrique. Los tres estuvieron en contacto desde su niñez con el virus del flamenco inoculado cuando en el radiocasete del coche con el que viajaban de Granada a Madrid sonaban a toda pastilla canciones de la Niña de los Peines, Pepe Marchena, Chacón o Caracol. Cabía la posibilidad de que los tres niños acabaran aborreciendo aquella música, pero finalmente han quedado enganchados a ella: Estrella -casada con el torero Javier Conde y madre de dos niños- es una renombrada flamenca, mientras que su hermana, licenciada en Filología para orgullo de su padre, inicia ahora su carrera musical y el pequeño, “Kiki”, tiene una voz mas que prometedora.

Dotado de un espíritu libre y una genialidad sin artificios, Morente siempre eligió los caminos más arriesgados que le llevaron a experimentar e innovar en un mundo -el del flamenco- plagado de puristas. Apasionado por la poesía, buceo en los grandes clásicos de la literatura y se las arregló para meter en los estilos jondos las letras de los grandes poetas. Tuvo el valor de, en 1971, en pleno franquismo, musicar a Miguel Hernández, para después hacer lo propio con los versos de San Juan de la Cruz, fray Luis de León, Federico García Lorca, Rafael Alberti o Antonio Machado. Convertido en los años 60 y 70, junto Camarón de la Isla y Paco de Lucía, en el principal artífice de la última gran renovación jonda, se atrevió a mezclar los compases de una seguiriya, los versos de “Poeta en Nueva York” y las letras de Leonard Cohen con las guitarras de Lagartija Nick, grupo de rock con el que grabó en 1995 el disco “Omega”, una auténtica joya musical. Pero también bebía de los clásicos.

Ganó el Premio Nacional de Música por rescatar la obra de Antonio Chacón con el toque de Pepe Habichuela. Un reconocimiento que no le impidió tener muchos detractores. Pero ni el éxito ni las épocas difíciles le apartaron nunca de hacer la música que quería, fiel únicamente a su inspiración. Experimento con músicos de toda clase -desde Chick Corea a Sonic Youth pasando por las voces búlgaras— y llevo al escenario, vestido casi como un roquero, toda clase de propuestas, inventando sobre la marcha melodías que ya son eternas. “Estoy acostumbrado o nadar a contracorriente. De forma intuitiva, he vivido así desde pequeño. Nadie me enseñó a nadar y hoy sigo a flote, pero he estado a punto de hundirme muchas veces”, aseguraba sin ningún deje de solemnidad o dramatismo porque era un hombre cordial, lúcido, elegante, risueño y conciliador. Tenia una actitud vital muy anárquica y bohemia, en la que se acumulaban las juergas de tres noches con sus respectivos días. “Los flamencos, con comer una vez al día y beber el resto tenemos bastante”, solía decir a sus amigos con su habitual sorna. “Estamos vivos de milagro”, era otra de las frases predilectas de este pope del flamenco que no se sentía artista, sino “un trabajador”. Un currante que, en el 2001, presento el espectáculo “África, Cuba, Cai”, basado en la fusión de la música africana cubana y el cante flamenco.

Cuatro años después, presento “Morente suena La Alhambra”, un homenaje al monumento nazarí que veía desde el jardín de su casa en El Albaicín y en el que seguía experimentando con un flamenco que él decía que le salía “torcido”. Le saliera como le saliese, el cante de Morente ha dado lugar a una escuela en la que figuraran grandes como Miguel Poveda, Mayte Martín o su propia hija Estrella.

Galardonado con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en plena efervescencia profesional y de proyectos, el 4 de diciembre ingresó en la clínica madrileña de La Luz para operarse de un cáncer en el esófago. Sometido a dos intervenciones, en el postoperatorio de la segunda sufrió un fallo cardiaco que le dejó en coma. Sin recuperar la conciencia, e1 13 de diciembre, a punto de cumplir los 68 años, se apagaba la voz de uno de los grandes artistas españoles del siglo XX. “Antes morir que perder la vida”, solía decir. El ya no está; queda su música.

VÍDEOS DE Enrique Morente
A continuación podemos ver un vídeo de Enrique Morente :





Fotos de Enrique Morente:



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