Francisco de Goya

Francisco de GoyaFrancisco de Paula José Goya y Lucientes nació el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos, en una familia de mediana posición que se había trasladado a ese pueblecito cercano a Zaragoza mientras rehabilitaban su casa en la capital maña. Su padre, José, era maestro dorador, oficio que siguió el hermano mayor, Tomás, mientras que el pequeño, Camilo, se ordenó sacerdote.

Cuando Goya tenía 10 años, ya comenzados sus estudios primarios en los Escolapios de Zaragoza, la familia atravesó dificultades económicas y se puso a trabajar. Tres años después, sin embargo, pudo entrar en la Academia de Dibujo de Zaragoza, dirigida por José Luzán.

De esa etapa no se conserva ninguna pintura, pero se sabe que era un pintor que progresaba muy lentamente, tanto que no ganó el concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esa decepción le hizo acercarse a Francisco Bayeu -pintor con el que tenía un lejano parentesco- y que había sido llamado a Madrid para colaborar en la decoración del Palacio Real. Tras dos intentos frustrados de conseguir una beca que le pudiera pagar un viaje a Italia para estudiar a los clásicos de la pintura, Goya decidió afrontarlo con sus propios recursos. Al año, volvió a España, requerido para realizar un mural para la bóveda del coreto de la capilla de la Virgen del Pilar.

El 25 de julio de 1773, Goya se casó con Josefa Bayeu, hermana de su mentor, y el 29 de agosto del año siguiente, nació su primer hijo. A finales de 1774, gracias a la influencia de su cuñado, fue llamado a la Corte para ser pintor de cartones para tapices destinados a las estancias reales. Un trabajo que se prolongaría durante 12 años. Admirado por sus superiores, su ascenso social y profesional fue notable y, en 1780, le nombraron académico de la Academia de San Fernando, acontecimiento para el que Goya pintó un Cristo crucificado, con el que demostró su dominio de la anatomía, la luz dramática y los tonos. En los años siguientes -gracias sobre todo a su amistad con Gaspar Melchor de Jovellanos-, entró en contacto con la alta sociedad madrileña, que estaba dispuesta a pagar bien para ser inmortalizada por sus pinceles. Tras convertirse en el retratista de moda, Goya adoptó un elevado tren de vida. De ese periodo son retratos como La marquesa de Pontejo, Los duques de Osuna y sus hijos, o La familia del infante don Luis. En 1789, tras hacer el retrato de Carlos IV este le nombra Pintor de Cámara del Rey, lo que le capacitaba para ejecutar los retratos oficiales de la familia real, a la par que obtenía unas rentas que le permitían el lujo de comprarse coche y sus apreciados “campicos”, como le escribía a un amigo.

En 1781, rompió relaciones con su cuñado por culpa del trabajo que había hecho Goya en una cúpula de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. No volvieron a hablarse hasta 1789, año de la muerte del padre de Goya. .

En 1792, e1 pintor hizo un discurso en la Academia asegurando que los artistas debían alejarse de las preceptivas neoclásicas que imperaban para pintar con libertad y originalidad. En esa época, después de que una grave enfermedad (quizás saturnismo, una intoxicación de plomo que entonces era habitual en los pintores) le dejará sordo, Goya se dedicó a pintar obras que no tuvieran nada que ver con sus encargos cortesanos.

Dejo de pintar tapices y dimitió de sus obligaciones como maestro de pintura en la Real de Bellas Artes. De esa época son una serie de cuadros pequeños -Corral de locos, El naufragio, El incendio o Asalto de ladrones, entre otros-, de temáticas truculentas y técnica basada en los contrastes lumínicos y el dinamismo, que se consideran el inicio de la pintura romántica.

Cuando en 1794 retomó su labor como retratista de la nobleza, Goya era capaz de captar en las telas, más que nunca, los rasgos psicológicos de los que posaban. De esos años son dos retratos de la duquesa de Alba, que fue su amiga, protectora y amante. La leyenda cuenta que fue también la aristócrata, famosa por su caprichoso e independiente comportamiento, la que poso para La maja vestida y La maja desnuda (cuadro que le valió ser procesado por la Inquisición, que lo consideró obsceno). En esos años, Goya creó su serie de grabados Los Caprichos, de los que el más emblemático fue el número 43, titulado El sueño de la razón produce monstruos. Antes de finalizar el siglo XVIII, Goya pintó tres series de cuadros pequeños con escenas cruentas, nocturnas o de brujería.

En 1805, se casó Javier Goya, el único hijo que sobrevivió de los que tuvo en su matrimonio, y que le dio un nieto al artista, Mariano Goya. Pintor de la Corte, el aragonés tuvo algunos problemas por sus amistades con afrancesados de la época, aunque nunca fue un personaje que se significara por sus ideas. De hecho, cuando las huestes de Napoleón fueron expulsadas de España y Fernando VII recuperó el trono, Goya siguió siendo pintor de cámara. Su mayor aportación en el terreno de las ideas fue su denuncia en Los desastres de la guerra de los horrores que generan los conflictos armados. De 1814, datan dos de sus obras más famosas sobre la Guerra de la Independencia: La carga de los mamelucos y Los fusilamientos del tres de mayo.

Durante la guerra, los encargos que recibía disminuyeron pero siguió retratando a nobles, amigos, militares e intelectuales. También se adentró en géneros poco usuales en él como los bodegones. Viudo desde 1812 y habiendo perdido a muchos amigos por las purgas de Fernando VII, se refugió en una casa situada en la ribera del Manzanares, La Quinta del Sordo. Allí vivió alejado del mundo, dedicado a pintar las paredes con sus visiones nocturnas. La romería de San Isidro, El aquelarre o Riña a garrotazos forman parte de lo que se ha llamado sus “pinturas negras». El hecho de que pintara sólo para él, sin mediar un encargo de la Iglesia, la nobleza o los Reyes, supuso una revolución en la pintura. También realizó el retrato de Leocadia Weiss, la mujer con la que vivió a temporadas durante 1os últimos años de su vida y que le dio una hija, Rosarito, que fue su mejor compañía cuando se exiliaron voluntariamente en Burdeos. Allí siguió pintando, especialmente retratos de sus amigos. Dejó sin terminar el de uno de ellos -José Molina- porque el 16 de abril de 1828 le sorprendió la muerte.

VÍDEOS DE Francisco de Goya
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Fotos de Francisco de Goya:




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