Isabel
Alejandra María Windsor nació en la madrugada
del 21 de abril de 1926 en la casa de sus abuelos maternos,
los condes de Strahmore, en Londres. Fue la primogénita
de los duques de York, Alberto -segundo hijo de Jorge V- y
lady Isabel Bowes-Lyon. Nacida por cesárea, su llegada
al mundo sólo se reseñó en los diarios
con una breve nota, ya que nadie imaginaba que 11 años
después aquella niña se convertiría en
heredera del trono de Gran Bretaña.
Cuando contaba tres años nació su hermana,
Margarita, y al poco la familia se trasladó al castillo
de Windsor, donde las dos princesas crecieron en un ambiente
de paz familiar. Lilibeth -como la apodaban en la familia-
y su hermana fueron educadas por una institutriz.
Tras la muerte de Jorge V, el 20 de enero de 1936, subió
al trono Eduardo VIII, que un año después renunció
a la corona cuando se le negó la autorización
para casarse con Wallis Simpson, una divorciada norteamericana.
El 12 de mayo de 1937 el padre de Isabel fue coronado como
Jorge VI y la vida de la niña, convertida en princesa
heredera, cambió radicalmente. La familia tuvo que
dejar el amado castillo de Windsor para instalarse en Buckingham
para, al poco, vivir todas las penurias de la guerra. La Familia
Real declinó la oferta de exiliarse en Canadá
y se quedó en Londres para compartir el destino de
su pueblo. Un gesto que los ingleses nunca olvidarían.
El 6 de febrero de 2002 se cumplieron los 50 años del
reinado de esta mujer que ha sabido mantener el prestigio
de la institución monárquica británica
pese a los avatares políticos y los desatinos de su
familia.
En 1939 Isabel vio por primera vez a un cadete de 18 años,
alto y rubio: Felipe de Grecia. Con una infancia difícil
por la separación de sus padres, Felipe había
sido “adoptado” por su tío, Lord Mountbatten.
Isabel y Felipe mantuvieron el contacto y, en 1946, a instancias
de su tío, Felipe pidió la mano de Isabel.
La boda se celebró el 20 de noviembre de 1947 en
la abadía de Westminster. Aunque Inglaterra vivía
una durísima postguerra, miles de personas donaron
sus cartillas de racionamiento para comprar la seda, las perlas
y las cuentas de cristal con que se confeccionó el
vestido nupcial. Tras su luna de miel, el matrimonio se instaló
en Clarence House,donde Isabel vivió una época
muy feliz. El 14 de noviembre de 1948 nació Carlos,
su primer hijo. Pero el duque de Edimburgo -título
que recibió tras su boda- se aburría en Londres
y pidió el traslado a Malta. Isabel lo acompañó
dejando al niño, de sólo meses, en Londres al
cuidado de sus abuelos y de las institutrices. La princesa
viajaba de vez en cuando a la capital inglesa y el 15 de agosto
de 1950, dio a luz a la princesa Ana. La tranquilidad se truncó
el 6 de febrero de 1952 al morir su padre. Isabel, que estaba
en Kenia de viaje oficial, volvió a Londres para convertirse
en reina de Gran Bretaña y de los países de
la Commonwealth, una tarea para la que tenía escasa
preparación. Dos meses después, firmó
un decreto por el que sus hijos llevarían su apellido
-Windsor- decisión que hizo mucho daño a su
matrimonio. Pero Isabel II ha puesto siempre sus deberes monárquicos
por delante de sus deberes familiares. Una “profesionalidad”
que la ha convertido en una de las monarcas de más
prestigio internacional, pero con una vida privada llena de
fracasos, disgustos y sinsabores. Se dice que quiere más
a sus perros y sus caballos -tiene un establo de pura sangres-
que a sus hijos y sus nietos.
Coronada el 2 de junio de1953 -tardó más de
un año en serlo por el luto de su padre-, el lujo asiático
de la ceremonia de su coronación -retransmitida por
televisión- se contradijo con el declive que vivía
el imperio británico. La otrora poderosa Gran Bretaña
perdía sus colonias y se convertía en potencia
de segundo orden en un concierto internacional donde EEUU
era el dueño.
En 1956 la pareja real estuvo al borde de la ruptura, en
parte por la afición de Felipe de Edimburgo a las faldas,
pero también por no haber encajado el papel de segundón
que le adjudicaba el protocolo palaciego. Antes de que las
cosas fueran a peor, la Reina buscó una nueva proximidad
con su marido. De resultas de ello nacieron Andrés
(1959) y Eduardo (1964). Ellos, como sus hermanos mayores,
crecieron sin el cariño de sus padres y sometidos a
la estricta disciplina de la que es partidario el duque de
Edimburgo.
A finales de los años 60, la Reina hizo algo inusual:
permitió que se emitiera un documental sobre la vida
de la familia Real. La soberana intentaba acercar la monarquía
al pueblo. Lo que no podía imaginar es que la prensa
iba a perder, con el tiempo y los destinos de su familia,
el respeto que durante años había inspirado
la institución y entraría a saco en sus vidas.
En 1974, la princesa Ana se casó con el apuesto capitán
Mark Phillips, con el que tuvo dos hijos. El matrimonio no
fue feliz y la princesa sería la primera, aunque la
más discreta, en la carrera de divorcios que tanto
dañaría la imagen de la monarquía.
En 1981, Carlos -presionado por sus padres para asegurar
la continuidad de la dinastía- contrajo matrimonio
con Diana Spencer, con la que tendría dos hijos: Guillermo
y Enrique. Aquella jovencísima aristócrata,
virgen y cándida,cometió el “error”
de casarse enamorada. Cuando descubrió que su marido
no la correspondía, ya que amaba a Camilla Parker-Bowles,
lady Di no aceptó mantener la norma habitual en esos
casos: disimular cara a la galería y hacer cada uno
su vida. Idolatrada por el pueblo, la princesa de Gales inició
una guerra contra su marido con los medios de comunicación
como arma arrojadiza. A medida que se iban conociendo las
miserias del matrimonio de Carlos y Diana, la grieta en la
institución monárquica se iba haciendo mayor.
La situación se complicó cuando la prensa empezó
a ventilar los escándalos de Sarah Ferguson, la mujer
de Andrés. Con la institución en el punto más
bajo de su popularidad, 1992 fue el “annus horribilis”
para Isabel II. Obligó a Carlos y Diana a divorciarse,
también a Sarah y Andrés, y se quemó
su amado castillo de Windsor. Pero el peor momento del reinado
de Isabel II fue la muerte de Diana en el verano de 1997.
La soberana no supo reaccionar a tiempo y tardó demasiado
en unirse al pueblo en el dolor que miles de personas sentían.
La Reina estuvo a punto de echar por la borda todo su trabajo
y todas sus renuncias: ahora tiene que pagar impuestos, ha
tenido que recortar el tren de vida de palacio, prescindir
del yate real y viajar en vuelos regulares. También
ha tenido que aceptar diputados que no le juran fidelidad
y que se haya suprimido que algunos lores lo fueran por herencia.
Conservadora en política -aunque nunca pudo soportar
a Margaret Thatcher- y una de las mujeres más ricas
del mundo, le gusta la caza, estar en Escocia y sólo
se emociona con las carreras de caballos. Ha dejado claro
que no tiene ninguna intención de abdicar en su hijo
Carlos y, dada su salud de hierro y la longevidad de su madre,
es de presumir que hay Isabel II para años.
VÍDEOS DE Isabel II
A continuación podemos ver un vídeo de Isabel II :