Javier Errando Mariscal nació el 9 de febrero de 1950 en Parterre (Valencia), en el seno de una familia burguesa. Fue el cuarto de los 11 hijos de Enrique Errando -médico dermatólogo falangista, miembro de la División Azul y concejal de Sanidad del ayuntamiento- y de Pilar Mariscal de la Hoz.
Sus abuelos maternos, Federico Mariscal y Adelaida de la Hoz, habían concebido a la madre de Chavi -como le llaman familiarmente- antes de casarse y se separaron antes de que la niña naciera porque don Federico resultó ser un faldero y un derrochador. Para preservar el buen nombre de la abuela, la familia hizo ver que ésta había “enviudado” y la figura del abuelo quedó borrada. “Hasta los 15 años no logré que nos explicaran quién era. Cuando supe la historia del abuelo me fascinó. Y pensé que yo me llamaría Mariscal”, ha explicado quien ha convertido ese apellido en uno de los referentes del diseño español en todo el mundo.
Su infancia transcurrió entre la alegría de estar siempre rodeado de compañeros de juegos (Mariscal asegura que, gracias a esa extensa prole, no necesita estar solo para concentrarse), las atenciones de las criadas, las clases en un colegio de pago, los guateques en el club de tenis o de hípica y los veraneos en Javea y Denia. Un universo de niño pijo con el que él nunca se sintió identificado. “Mi obsesión era desclasarme”, aseguraba.
La escuela fue una experiencia dura. Le costó muchísimo aprender a leer y escribir correctamente. Mientras que sus hermanos devoraban libros, Chavi se pasaba el día dibujando monigotes y mirando tebeos. “De pequeño me decía: “Eres muy rarito”. Hasta hace muy poco no me di cuenta de que era disléxico. Y me parece que la dislexia es sobre todo un odio profundo hacia la academia y lo académico. Las estructuras habituales de enseñanza son contrarias a tu sistema y las rechazas. He odiado el colegio”, explicaba sobre la traumática experiencia que supuso su escolarización, que trascurrió en un colegio solo de chicos. “A los 14 años dibujaba chicas desnudas que intentaban ser sexys, pero no lo eran porque los codos, el encaje de las tetas con las costillas, las muñecas, las manos... estaban descuajeringados. Me sentía mal y pensaba que debía tomar apuntes de chicas, pero mis compañeros me pedían esos dibujos y eran muy famosos, les encantaban. La contradicción entre su perpetua insatisfacción por 1o que hace y la aceptación que tiene su trabajo entre 1os otros es, y ha sido siempre, una constante en su vida.
Presionado por su padre, se matriculé en Filosofía y Letras pero solo aguantó tres años y, a los 20 años, se instaló en Barcelona, con un amigo. “En mi casa se vivía de puta madre y mis padres eran maravillosos, pero eran burgueses y yo quería ser revolucionario, “hippy de asfalto” una mezcla rara de la época”, ha dicho.
Alucinado con Barcelona, Chavi se puso a estudiar diseño gráfico en la escuela Elisava donde dio con un excelente profesor de dibujo, Lluís Trepat, que fue decisivo para que se ejercitara como dibujante. En esa época nació “El señor del caballito”, un personaje de dos cabezas -una equina y otra humana-, que nunca le gustó a su creador pero que, gracias a otro de sus profesores, Xabier Elorriaga, en enero de 1972 apareció en la revista “El Ciervo”. Fue lo primero que publicó. Al año siguiente, Mariscal conoció a los hermanos Farriol y al dibujante Nazario. Se fueron a vivir los cuatro juntos a un piso y allí, entre cervezas, bocatas, canutos y ácidos, nació el primer tebeo “underground” español: “El Rrollo enmascarado”, que se vendía al margen de los canales comerciales. La aventura no duró mucho porque una historieta de Nazario, “La piraña divina”, les costó el cierre. En los siguientes años, Mariscal participó en numerosas publicaciones marginales: “Paupérrimus”, “Catalina”, “Purita”, “Nasti de Plasti” o “El sidecar”, donde aparecieron los personajes mas conocidos del historietista valenciano, los ratones Garriris.
Su verdadero debut como artista gráfico fue en 1977 con la exposición “El gran hotel”, que le procuró cierta relevancia y que Fernando Amat, el propietario de la Sala Vinçon le encargara una nueva muestra. Tras ésta le llamo el diseñador milanés Ettore Sottsass para participar en la mítica primera exposición del grupo Memphis, en 1981, que convirtió a Mariscal en una especie de embajador del incipiente diseño español. Aquel mismo año, el 17 de diciembre, nació su primera hija, Julia.
En 1988 -un año después de que Mariscal expusiera en el George Pompidou-, el Comité Organizador Olímpico de Barcelona 92 eligió a Cobi, un perro asimétrico, regordete y con tres pelos diseñado por Mariscal, como mascota de las olimpiadas. Por su repercusión internacional, Cobi iba a suponer su definitiva consagración como diseñador, pero también una crisis personal que solo supero tras un viaje, con su novia de entonces y un buen amigo, el pintor Miquel Barceló, a África.
Cobi recibió muchas críticas, pero el tiempo demostró que fue un acierto porque ha sido la mascota más rentable de la historia olímpica. Recibir aquel encargo le obligó a crear un equipo y así surgió su estudio, Palo Alto, que sitúo en una antigua fábrica. Empezó con un equipo de cinco personas para convertirse, con los años y los encargos, en una verdadera factoría donde, gracias a la incorporación de arquitectos, dibujantes, programadores y grafistas, hacen imagen corporativa de empresas, audiovisua1es,teatro, música, edificios, cuberterías, telas o libros. Ácrata a la par que productivo, Mariscal ha sabido crear una estructura “sin matar la alegría”, En el estudio no existen horarios, las vacaciones son generosas,1a baja por maternidad puede alcanzar los nueve meses, hay huerto, luz natural, música, conversación, sofás, risas y muchas ideas. Una forma de producir distinta, en la que “todo el mundo trabaja muchas más horas de las que en realidad le tocaría”, asegura el diseñador. Interesado en la innovación, abigarrado, irreflexivo y profundamente mediterráneo, Mariscal no pierde ocasión para manifestar que tiene una “relación autocrítica” con su trabajo. “Tengo subidas y bajadas muy grandes. Me asustan los momentos de mucho vitalidad o alegría porque sabes que lo que sube, baja. [. . . ] Normalmente, lo que hago me parece una chapuza, un bluf pero de pronto me vienen dibujos que desarrollo y que me parecen buenos y entonces me emociono”.
Padre de dos niños en edad escolar, Alma y Linus, entre sus trabajos mas destacados están el cartel Bar Cel Ona, el taburete Dúplex, el sillón Alexandra, la Gamba del restaurante Gambrinus, los logotipos del Partido Socialista Sueco, de la radio Onda Cero, del Zoo de Barcelona o de la Universidad de Valencia, la mascota Twipsy de la Expo 2000 de Hannover o el diseño integral de un hotel en Bilbao, donde ideó desde los uniformes hasta la fachada. Uno de los proyectos en los que ahora trabaja, junto con el realizador Fernando Trueba, es una película de animación, “Chico y Rita”, El año pasado el Desing Museum de Londres le dedicó una amplia retrospectiva.
Cumplió 60 años sin querer que le llamen señor, sin aguantar la trascendencia y las corbatas, enamorado del futuro y con el mismo aire cansado y deprimido y el mismo pelo revuelto y despeinado que siempre le acompañan.
VÍDEOS DE Juan Mariscal
A continuación podemos ver un vídeo sobre Juan Mariscal: