Juan Pujol García nació el 14 de febrero de 1912 en Barcelona. Fue el tercero de los cuatro hijos de Juan Pujol, un próspero empresario de la burguesía catalana, y Mercedes García, conocida por la devoción católica de su familia, a la que apodaban “Los Beatos”. Durante su infancia fue un chico rebelde y testarudo que trajo de cabeza a sus padres, quienes durante cuatro años lo metieron interno en el colegio Valdemía, de los Hermanos Maristas de Mataró. Durante esa época, que definió como insufrible, estudió junto a su hermano mayor, que se encargaba de cuidarle y vigilarle para que no se metiera en líos.
Aunque no destacó como un estudiante brillante, le gustaban las Humanidades y, años después, incrementó su bagaje cultural leyendo mucho, especialmente libros de Historia. Poseía una facilidad innata para los idiomas y llegó a hablar a la perfección catalán, castellano, inglés, portugués y francés. La saneada economía familiar permitió que los Pujol fijaran su residencia en una de las mejores zonas de Barcelona y, tras salir del internado, Juan prosiguió sus estudios en varios colegios religiosos para ver si mejoraba su comportamiento. Pero el joven siempre terminaba contestando mal a los profesores, se peleaba con sus compañeros, sus notas eran malas y acabo por dejar los estudios. Sus padres aceptaron su decisión con la condición de que se pusiera a trabajar y a los 15 años entró como aprendiz en una ferretería, pero la monotonía del oficio y el sueldo miserable le hizo cambiar de opinión y quiso volcarse nuevamente en los estudios. Se preparaba para matricularse en Filosofía y Letras, cuando, a los 19 años, una apendicitis aguda estuvo a punto de acabar con su vida y eso le decidió a dar un cambio radical a su existencia, matriculándose en la Real Academia de Avicultura de Arenys de Mar (Barcelona).
En aquellos momentos el país vivía una gran convulsión política ya que Alfonso XIII tuvo que dejar el trono tras proclamarse la II Republica. A pesar de su pacifismo, Juan tuvo que hacer el servicio militar en 1933, aunque al año siguiente, gracias al dinero y los contactos de su familia, consiguió licenciarse. Tras el fallecimiento de su padre, que le supuso un duro golpe, montó una serie de negocios por todo el país, que terminaron en fracaso. Con el estallido de la Guerra Civil fue llamado a filas por el ejército republicano, pero, como no simpatizaba con ninguno de los dos bandos y odiaba las armas, se escapó y se escondió en casa de unos amigos. Fue descubierto y obligado a ir a la guerra, donde se hizo pasar por experto en telecomunicaciones para evitar la primera línea de combate.
Posteriormente creyó que pasándose al bando nacional iba a tener una vida mejor, pero el tiro le salio por la culata y acabo en el campo de concentración de la Universidad de Deusto, de donde logro salir a los pocos meses gracias a su don de gentes, su astucia, sus contactos y su gran habilidad para mentir. Pasó una temporada en Burgos donde conoció a Araceli González, con quien se casó unos meses después y tuvo tres hijos: Juan, Jorge y María Eugenia.
La II Guerra Mundial había estallado y Juan intuía que los fascismos italiano y alemán no iban a ser nada buenos para Europa y decidió idear una estrategia. Era el año 1940, Juan trabajaba en Madrid como gerente de un hotel y un buen día visitó la embajada británica para ofrecer sus servicios con el objetivo de luchar contra Alemania. Como no tenía experiencia en el ámbito del espionaje y la diplomacia, le rechazaron, pero Juan no se dio por vencido y con la ayuda de su esposa se ofreció a los a1emanes.Araceli le aconsejo que si lograba ser colaborador del III Reich podría facilitar información a los británicos y de esta manera ayudar a los aliados. Se hizo pasar por franquista fanático y enemigo de la democracia y la Abweher, agencia del espionaje alemán, le contrato con el sobrenombre de “Arabel”, en homenaje a su esposa (Araceli bella). Inmediatamente, Juan y su mujer se instalaron en Lisboa, haciendo creer a los alemanes que Pujol se encontraba en Londres, desde donde se inventó una red de hasta 27 espías, entre ellos un comunista, un vendedor, un estudiante venezolano, etc, con el fin de que los alemanes no dudaran de unos informes que extraía de los diarios y de las tertulias de algunos cafés. Los ingleses se sorprendieron al interceptar los mensajes de “Arabel” porque creían tener localizados a todos los espías nazis que se movían por territorio inglés, una ocasión que Araceli aprovecho para volver a contactar con la embajada británica y ofrecer sus servicios, por lo que, en 1942, fue aceptado para trabajar como agente doble a favor de los aliados. El servicio de inteligencia británico llamado MI5 le rebautizo como “Garbo”, en honor de la actriz sueca por su capacidad para mentir y sus grandes dotes de actuación.
Para que los alemanes no sospecharan empezó a enviarles fotos trucadas de ruinas y cadáveres, mapas con puntos estratégicos e información muy valiosa. Los nazis tenían el continente casi controlado y esta situación empezó a preocuparle seriamente. Así que, en 1944, el MI5 le encomendó ser la pieza clave en su misión más importante como agente doble con la Operación Fortitude, que consistió en hacer creer a los nazis que la entrada de las fuerzas aliadas con los americanos a la cabeza iba a producirse en Calais, simulando que concentraban tropas en Escocia y Noruega. Los nazis enviaron casi todas sus tropas a la zona de Calais mientras que los aliados desembarcaban en Normandía, lo que marcó el principio del fin de la II Guerra Mundial. Hitler no tuvo tiempo de contraatacar y se vio obligado a rendirse. La habilidad de Pujol fue tan increíble que los nazis jamás sospecharon de él, le condecoraron con la Cruz de Hierro y con el dinero que le habían pagado para mantener a sus 27 personajes ficticios se marcho a Caracas tras fingir su muerte para que no le localizaran. Pero Araceli no se acostumbró a su nueva vida y regresó a España con sus hijos. La distancia empezó a erosionar la relación, por lo que su esposa le pidió el divorcio en Gibraltar ya que éste estaba prohibido en España.
En 1959, se caso con Carmen Cilia, una criolla trigueña casi 20 años menor que él, con la que tuvo otros tres hijos, Carlos Miguel, Juan Carlos y María Elena, fallecida trágicamente a los 22 años. En su exilio voluntario en el Caribe venezolano, Juan, que era una persona bondadosa, risueña y encantadora, tuvo varios empleos, entre ellos, profesor de inglés y español en la petrolífera Shell, regentó una tienda de recuerdos e incluso construyó un pequeño hotel en Choroní, que tuvo el primer cine de la localidad, pero las deudas fueron aumentando y tuvo que vender el negocio. Gracias a algunos ahorros, viajo varias veces a España. Siempre mantuvo una gran discreción sobre sus actividades hasta el punto de que sus descendientes jamás supieron de sus hazañas como espía hasta después de su muerte.
Durante una de sus estancias en Europa fue condecorado en señal de agradecimiento con la Orden del Imperio Británico, una importantísima distinción, y en 1984 pisó nuevamente Madrid para visitar a Araceli, a la que le pidió ver a sus hijos. “Si ellos quieren, yo no tengo inconveniente”, respondió ella, que les dijo a sus hijos: “Dejad que se explique y no le hagáis demasiadas preguntas”. Fueron momentos muy emotivos y Juan regreso a Caracas porque ya había cumplido su gran sueño personal de volver a reencontrarse con su primera familia.
El 10 de octubre de 1988 falleció de un derrame cerebral y fue enterrado discretamente junto a la tumba de su hija. Su vida ha quedado plasmada en varios libros, entre los que destaca “Juan Pujol, el espía que derroto a Hitler”, y también en el cine con la cinta “Garbo, el hombre que salvo el mundo”, de Edmon Roch y producida por Ikiru Films, que ha ganado el Premio Gaudí al Mejor Documental y fue nominada a los Premios Goya en el mismo apartado.
VÍDEOS DE Juan Pujol
A continuación podemos ver un vídeo sobre Juan Pujol: