Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón JiménezJuan Ramón Jiménez de Casamantecón nació el 24 de diciembre de 1881 en Moguer (Huelva). Victor Jiménez, su padre, era propietario de negocios de banca, barcos de vapor, una fabrica de tabaco y viñas y bodegas. Viudo de Emilia Velarde, con la que había tenido una hija, Ignacia, se casó en segundas nupcias con Purificación de Casamantecón, perteneciente a una acaudalada familia, y tuvieron tres hijos: Victoria, Eustaquio y Juan Ramón. El Benjamin heredo el carácter de su madre, una mujer sensible, romántica e idealista.

Juan Ramón sufrió la primera tragedia de su vida cuando sus padres le enviaron a estudiar interno al colegio de los jesuitas de El Puerto de Santa Maria, en Cádiz. La tristeza y la nostalgia hicieron mella en su ya delicado estado físico y pasó toda su adolescencia sufriendo frecuentes desvanecimientos. En 1896, se fue a Sevilla para estudiar Derecho, por voluntad de su padre. También se inscribió en una escuela de dibujo para dar salida a una de sus aficiones: la pintura. Otra de sus pasiones era la literatura. Claramente influido por Gustavo Adolfo Bécquer, consumía sus noches leyendo cuantos libros de románticos europeos caían en sus manos y escribiendo poemas sobre amores y muchachas ideales. Debido a su precaria salud y los fracasos académicos, su padre consintió en que dejara sus estudios y se dedicara, por completo, a escribir. El periódico de Sevilla “El programa” le publicó su primer poema.

En 1900, se instaló en Madrid invitado por Rubén Darío, quien le sugeriría el titulo de su primer libro: “Almas de Violeta”,“Ninfeas”, el del segundo, vendría de otro gran escritor de la Generación del 98: Ramón del Valle-lnclán. En el verano de 1900 falleció su padre y Juan Ramón se sumió en la primera de las graves depresiones que, cíclicamente, sufriría a lo largo de toda su vida. Como su estado de ánimo no mejoraba, en la primavera de 1901 ingresó en el sanatorio de Castel d’Andorte, en Francia; De allí pasó a la Casa de Salud del Rosario, en Madrid, y, posteriormente, hasta 1905, a la clínica del doctor Luis Simarro. Refugiado de nuevo en su casa de Moguer, vivió una época idílica con su novia formal, Blanca Hernández-Pinzón, una joven descendiente de los célebres marinos que acompañaron a Cristóbal Colón en sus viajes a América.

En 1912, Juan Ramón regresó a Madrid y se instaló en la Residencia de Estudiantes, donde coincidió con muchos de los componentes de la Generación del 27, geniales literatos de los que sería modelo y mentor, pero también enemigo íntimo por culpa de los celos y las envidias que siempre le acompañaron. Aleixandre acabó por no hablar con él y Cernuda le acusaba de ser capaz de la más extraordinaria sensibilidad y las mayores mezquindades.

Las tertulias literarias le permitieron conocer a la que sería la mujer de su vida: Zenobia Camprubí. Nacida en Puerto Rico, de madre norteamericana, Zenobia era una chica rica, cosmopolita y culta, que enamoró al poeta desde e1 primer momento. Cuando la madre de ella intentó alejarla de Juan Ramón llevándosela a Nueva York, el poeta se plantó en la ciudad de los rascacielos. Era junio de 1915 y, al poco, formalizaron el compromiso de su boda, que tuvo lugar el 2 de marzo de 1916 en Nueva York. Hombre reservado y con numerosas paranoias, el poeta mantuvo en secreto su matrimonio hasta que, instalado de nuevo en Madrid, sorprendió a todos con la publicación del libro “Diario de un poeta recién casado”. De nuevo en estado depresivo, el escritor se aisló del mundo exterior. Zenobia se convirtió en su nexo de unión con el mundo, amén de la persona que gestionaba la vida doméstica. Para muchos, la personalidad de Zenobia quedó anulada por su dedicación al poeta. Otros, sin embargo, aseguran que fue una decisión libremente tomada por una mujer entregada pero no sumisa. En cualquier caso fue ella quien le acerco a la poesía anglosajona y juntos tradujeron parte de la obra de Rabindranah Tagore, poeta hindú que influiría directamente en la obra del lírico español. Estimulado por la estabilidad que Zenobia le proporcionaba, Jiménez inició una época de gran productividad literaria: “E1valle”, “La estrella del pastor”, “La flauta y el arroyo”, “Melancolía”, “Sonetos espirituales”, el conocidísimo “Platero y yo” o “Estío”, entre otros muchos. De carácter obsesivo, le obsesionaba la perfección de cada línea que escribía. Colaborador del periódico ”El Sol”, editó también varias revistas.

Todo marchaba bien hasta que, en julio de 1936, estalló la Guerra Civil española. Juan Ramón y su esposa acogieron en su casa, durante un mes, a niños refugiados, pero, el 22 de agosto, decidieron partir con destino a Nueva York. Simpatizante de la Republica, nunca regresó a España, pese a que el régimen de Franco hubiera acogido bien su poesía, aparentemente apolítica. Enseñó en universidades de Florida, California y Washington y más tarde recorrió Sudamérica pronunciando conferencias hasta instalarse, en 1951, en Puerto Rico. El 25 de octubre de 1956, la Academia Sueca le comunicó que le otorgaban el Nobel de Literatura, noticia que se vio empañada por la muerte, tres días después, de Zenobia, enferma de cáncer. Aquella pérdida le sumió en una fortísima depresión. No acudió a recoger el Nobel y no volvió a escribir nada, salvo cartas. La tristeza y la melancolía le acompañaron permanentemente hasta su muerte, en Puerto Rico, el 29 de mayo de 1958. Sus restos mortales y los de Zenobia fueron trasladados a Moguer, donde están enterrados.

VÍDEOS DE Juan Ramón Jiménez
A continuación podemos ver un vídeo sobre Juan Ramón Jiménez:





Fotos de Juan Ramón Jiménez:




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