
Mary
Kathleen Turner nació el 19 de junio de 1954 en Springfield,
Missouri (EEUU). Fue la tercera de los cuatro hijos del matrimonio
formado por el diplomático Allen Richard Turner y su
esposa, Patsy Magee. Apenas nació ella, su padre fue
destinado a Canadá, pero, al poco, le trasladaron a La
Habana y en Cuba vivió con su familia hasta que, tras
el triunfo de la revolución socialista de Fidel Castro,
dejaron la isla. Después de un intervalo en Washington,
los Turner se instalaron en Caracas. En la capital venezolana,
Kathleen aprendió castellano. El último destino
diplomático de su padre fue Londres, donde aquella niña
que destacaba en el Colegio Americano como gimnasta y estudiante,
descubrió su pasión por el teatro viendo los fines
de semana las funciones de actores de la escena inglesa tan
conocidos como Ángela Lansbury y Christopher Plummer.
Pese a no tener la autorización de su padre, que no veía
con buenos ojos los ambientes artísticos, Kathleen se
matriculó en la Central School of Speech and Drama para
estudiar arte dramático. Allí se subió,
por primera vez, a un escenario. En 1973, tras la muerte de
su progenitor de un ataque al corazón, su madre decidió
volver a Springfield.
Con el veneno del teatro ya en el cuerpo, en su ciudad natal
tomó clases de voz en la Southwest Missouri State University,
donde algunos de sus compañeros la veían como
“una chica estirada, con un marcado acento inglés
y unas piernas largas y bonitas”. Con su melena rubia,
sus 1,80 metros de estatura y un ojo de cada color -uno marrón
y otro azul-, la Turner se convirtió en una de las
estudiantes más populares de la University of Maryland,
donde en 1977 se graduó en teatro. Terminada esta etapa,
ese mismo año se marchó a Nueva York y buscó
trabajo como camarera. Era una joven ambiciosa, que leía
con voracidad y que quería triunfar como actriz.
Por azar conoció al agente artístico David
Guc, que se convirtió en su primera relación
sentimental seria. Los inicios profesionales fueron duros
y, en 1978, protagonizó el culebrón televisivo
“The doctors”. Su nombre empezó a sonar
entre el publico, representó en Broadway las obras
“Géminis” o “Travesties” y,
en una de esas funciones, el director Lawrence Kasdan se fijó
en ella y la citó al día siguiente para una
audición. Su sugerente voz ronca -parecida a la de
Lauren Bacall- y la sensualidad de su cuerpo le permitieron
conseguir el papel de May Walker, la protagonista de “Fuego
en el cuerpo” (1981). Aquel debut hollywoodiense, con
William Hurt como pareja, le reportó 30.000 dólares
y la ruptura con David tras cuatro años de convivencia.
Después de hacer con Steve Martin “Un hombre
con dos cerebros”, rechazó varios guiones y,
en 1982, regresó a Nueva York donde volví a
trabajar como camarera en un pub, participando de nuevo en
culebrones y obras teatrales.
El año 1984 marcaría un punto de inflexión
en su vida profesional y personal. En agosto, se casó
con un multimillonario promotor inmobiliario, Jay Weiss, y
se estrenó “La pasión de China Blue”,
una película de alto contenido erótico que tuvo
que ver censuradas algunas de sus escenas para poder ser estrenada
en EEUU. Muy diferente era su papel en la romántica
“Tras el corazón verde”, con Michael Douglas,
con el que mantuvo un corto romance. Al año siguiente
repitió de nuevo en las pantallas con Douglas en “La
joya del Nilo”, para dar vida a una escritora que vivía
situaciones mucho más peligrosas que las imaginadas
por ella misma en sus delirantes libros. Ese mismo año,
intervino, junto a Jack Nicholson, en “El honor de los
Prizzi”, una película de gran éxito, dirigida
por John Huston, donde daba vida a una sentimental y despiadada
asesina. En 1986, hizo con Nicolas Cage “Peggy Sue se
casó”, por la que fue nominada al Oscar a la
Mejor Actriz y se convirtió en la “femme fatale”
del cine de los años 80.
En 1987, a los tres años de casada, dio a luz a su
única hija, Rachel Ann. A finales de la década
volvió a trabajar con Hurt en “El turista accidental”
y con Douglas en “La guerra de los Rose” y protagonizó
la comedia “Interferencias” con Burt Reynolds
y Christopher Reeve. Tras cosechar numerosos éxitos,
los 90 no empezaron con buen pie para esta actriz que, en
1995, fue elegida por el Empire Magazine como una de las “100
estrellas más sexy”. Sus fracasos en taquilla
fueron continuos y, para colmo de males, en 1992,1e detectaron
una artritis reumatoide ”Estaba condenada a vivir en
una silla de ruedas, padecía dolores inmensos cada
día y callé mi enfermedad porque tenía
miedo de que no me dieran trabajo. En Hollywood aceptan mejor
a un alcohólico o drogadicto antes que a un enfermo”,
confesaría años después. Para mitigar
aquella pesadilla se refugió en el vodka, que le aplacó
el dolor y enmascaró su pérdida de confianza,
pero, junto con el consumo de esteroides ,marcó su
deterioro físico. “Perder el atractivo fue terrible,
pero empecé a hundirme por cosas como lograr una posición
sentada que no me doliera o buscar unos zapatos que no me
hicieran daño”, decía. En 1999, ingresó
por decisión propia en una clínica de Pennsylvania
para desintoxicarse del alcohol. Decidida a que la artritis
no anulara su vida, probó nuevos medicamentos, que
combinó con una dieta estricta. Volvió a nadar
cada día, hizo acupuntura y practicó yoga para
mejorar la movilidad y la respiración. Por si esto
fuera poco, la operaron también de la rodilla y le
implantaron una de titanio.
La enfermedad remitió levemente y le permitió
intervenir en filmes de poca calidad y volver al teatro. En
el 2000, se instaló en Londres. Allí, interpretó
“El graduado”, en una de cuyas escenas aparecía
desnuda junto a su joven amante. Volvió a EEUU, pasó
por más clínicas de desintoxicación,
participó en shows televisivos y triunfó con
la obra “¿Quién teme a Virgina Wolf?”,
Se involucró en temas medioambientales y ha colaborado
con el Partido Demócrata.
A finales del 2007 se divorció de su marido, “aunque
seguimos siendo muy buenos amigos” y, en febrero del
2008, publicó su autobiografía, “Send
Yourself Roses: Thoughts on My Life, Love; and Leading Roles”.
En ella cuenta la adicción a las drogas de Anthony
Perkins y, sobre Nicolas Cage, afirma que “su tío
Francis Ford Coppola le enchufó en Peggy Sue se casó,
se negó a obedecerle durante el rodaje y tuvo problemas
con la policía. Fue arrestado en dos ocasiones, una
por conducir borracho y otra, según creo, por robar
un chihuahua”. El actor le ha interpuesto una querella
por difamación. Sobre William Hurt explica que “era
bastante salvaje, bebía de forma compulsiva, tomaba
drogas y ni recuerdo la cantidad de mujeres que llegaron a
pasar por el set de rodaje”. Para ella, trabajar con
Burt Reynolds “fue una de mis peores experiencias en
el cine” y de Steve Martin asegura que “fuera
de las cámaras es un ser antipático y frío
que nada tiene que ver con su imagen pública».
Reniega de la tiranía de Hollywood y alaba a los europeos,
que “sí aprecian a las mujeres con experiencia
y con una trayectoria a sus espaldas”.
VÍDEOS DE Kathleen Turner
A continuación podemos ver un vídeo de Kathleen Turner :