Charles
Lutwidge Dodgson nació el 27 de enero de 1832 en Daresbury,
pueblecito del condado inglés de Cheshire (Gran Bretaña).
Fue el tercero de los 11 hijos de Charles Dodgson, un eclesiástico
y matemático que en 1827 se había casado con su
prima. Charles fue el primer hijo varón de la pareja,
que criaron sin problemas a su numerosa prole: siete chicas
y cuatro chicos. Todos ellos llegaron a la edad adulta, algo
insólito para una época en la que la mortalidad
infantil estaba a la orden del día.
Charles demostró tener una gran inteligencia, ya que
a los siete años leía con soltura a esa edad
ya había leído el “El progreso del peregrino”,
de John Bunyan- y se dice que sufrió un gran trauma
infantil cuando le obligaron a escribir con la diestra. En
aquella época, ser zurdo se consideraba algo maldito.
Por si esto fuera poco, a raíz de una grave enfermedad
se quedó sordo del oído derecho y padeció
un severo tartamudeo, trastorno que también sufrían
seis de sus siete hermanas. Eso le supuso dificultades para
relacionarse socialmente. Hasta los 12 años fue educado
en casa, pero, en 1844, inició la secundaria en el
colegio de Richmond, a donde su familia se había trasladado.
Allí empezó a hacer una serie de dibujos infantiles,
que reunió en un manuscrito publicado una década
después con el título “Useful and Instructive
Poetry” (Poesía práctica e instructiva),
un libro que fue el precedente de su producción literaria
y el origen de varios juegos y parodias que aparecen en “Alicia
en el país de las maravillas”.
En 1845, le matricularon en la Rugby School, donde estudió
durante tres años. Según sus propias palabras,
la experiencia fue nefasta: “Por nada del mundo volvería
allí. Puedo decir, honestamente, que si hubiese estado
a salvo de las molestias nocturnas, la dureza de la vida se
me hubiera hecho muchísimo más soportable”.
Durante su adolescencia, todos sus profesores le auguraron
un futuro muy prometedor dadas sus grandes dotes para la escritura
y las matemáticas. En 1851, ingresó en la Universidad
de Oxford, concretamente en el departamento de Matemáticas
donde había trabajado su padre, pero a los pocos días
tuvo que regresar a casa porque su madre falleció de
una encefalitis. Fueron momentos tristes, que Charles supero
gracias al cariño que reinaba en su familia. De regreso
a la universidad, demostró que sin apenas estudiar
podía sacar unas notas excelentes y, pese a su escaso
esfuerzo, logró en 1857 un puesto como profesor de
matemáticas en el reputado “college” Christ
Church, donde trabajó 26 años. Cuatro después,
fue ordenado diácono, pero no siguió adelante
con su carrera eclesiástica por falta de vocación
y temor a fracasar.
Siendo ya profesor de Oxford (prestigiosa universidad que
sigue estando entre las más importantes del mundo se
le diagnóstico epilepsia, una enfermedad muy estigmatizada
socialmente. Eso no le impidió descubrir la fotografía,
un novedoso arte que le permitió encontrar una manera
de plasmar la belleza. Al poco, ya era uno de los mejores
retratistas de su época. Así lo atestigua la
treintena de álbumes que se encontraron a su muerte.
Gracias a su arte consiguió escalar a nivel social
y retratar a las mujeres más importantes de la época,
muchas de ellas, menores.
Entre 1854 y 1856, escribió numerosas poesías
y relatos satíricos, que fueron editados con un discreto
éxito en publicaciones de ámbito nacional como
“The Train” o “The Comic Times”. En
el poco tiempo libre que le dejaban sus clases, Charles se
empeñó a fondo en ejercitar sus dotes de escribir
cuentos infantiles que le reportaran algún beneficio
económico. En 1856, publicó “Solitude”,
su primera obra como Lewis Carroll. El origen de este seudónimo
hay que buscarlo en la latinización de su nombre: Ludovicus
(Lutwidge) y Carolas (Charles). Ese mismo año ocurrió
un hecho que cambiaría su vida para siempre y que le
convertiría en uno de los grandes genios de la literatura.
Al Christ Church llegó un nuevo deán (en la
iglesia anglicana, autoridad eclesiástica por debajo
del obispo), Henry Liddell, con su mujer y sus tres hijas:
Lorina, Alice y Edith. Nada más conocerse hubo muy
buena química entre Charles y las niñas, con
las que pasaba mucho rato jugando, haciendo excursiones o
contándoles cuentos. Una de esas salidas fue el 4 de
julio de 1862, cuando Charles y el reverendo Robinson Duck-
worth se llevaron a las hermanas Liddell a hacer un picnic
en la ribera del río Támesis. Mientras paseaban
en barca, Charles improvisó un relato disparatado que
entusiasmé a Alice, de 10 años, quien se convirtió
en la protagonista de la historia “Las aventuras subterráneas
de Alicia”. En el relato, una niña se metía
en la madriguera de un conejo y, a partir de ahí, ocurrían
un sinfín de imprevisibles aventuras.
Ante la insistencia de Alice, Charles plasmó por
escrito lo que había contado, hizo algunas ilustraciones
y regaló aquel cuaderno a la pequeña. El cuento
gustó tanto que, tras ser corregido y ampliado, se
barajaron varios títulos para publicarlo. Finalmente,
apareció en 1865 como “Las aventuras de Alicia
en el país de las maravillas”, con ilustraciones
de sir John Tenniel. El cuento mezclaba con inteligencia los
mundos de la fantasía y la realidad, poniendo de manifiesto
la hipocresía, la presuntuosidad y lo absurdo de la
época victoriana a través de personajes tan
variopintos como la Reina de Corazones, el Sombrerero o Dodo
(caricatura del autor).
Algunos aseguraron que Carroll había escrito esa historia
bajo los efectos de la “amanita muscaria”. Fuera
fruto de una buscada alteración de la conciencia a
través de las drogas o producto de una singular imaginación,
el éxito fue arrollador. Tanto que, seis años
después, publicó la segunda parte, un libro
que titulo “A través del espejo y lo que Alicia
encontró allí”.
El hecho de que nunca se hubiera casado y que disfrutara
de la compañía de niñas pequeñas
despertó los rumores y la maledicencia de la época.
Convertido en un personaje famoso, Carroll protegió
a capa y espada su vida privada, jamás concedió
una entrevista, evitó a los chismosos y se convirtió
en un gran filántropo, que donó importantes
cantidades de dinero a la beneficencia y a los amigos que
necesitaban su ayuda. Su religiosidad hizo de Charles un hombre
bondadoso, lleno de buenas intenciones y muy querido por los
que le conocían, quienes aseguraban que ( en lo privado
era un hombre tremendamente tímido, desordenado y con
alma de Peter Pan, es decir, alguien que no quería
crecer, dejar de ser un niño. A partir de esa década
se reeditaron algunas de sus obras matemáticas anteriores
y otras, como el poema satírico “La caza del
Snack” (1876) o los dos volúmenes de su última
obra, “Silvia y Bruno” (1889 y 1893).
Una de sus mayores frustraciones llegó en 1880 cuando
se vio forzado a dejar la fotografía, al parecer por
haber recibido numerosas críticas por sus retratos
de niñas. Le gustaba tanto la compañía
de los menores que a lo largo de su vida les escribió
un montón de relatos y cartas que fueron recopilados
en 1979 bajo el título “Cartas de Lewis Carroll”.
En su obra supo combinar a la perfección la sátira,
el disparate y la fantasía con la crítica social,
las matemáticas o la lógica, convirtiéndole
en un auténtico maestro que, hoy en día, sigue
entreteniendo a los niños y dando numerosos quebraderos
de cabeza a los adultos que intentan descifrar el verdadero
significado de algunas de sus obras. Murió el 14 de
enero de 1898 en Guilford (Surrey, Inglaterra) a causa de
una bronquitis poco antes de cumplir los 66 años. El
reciente estreno de la película de Tim Burton, “Alicia
en el país de las maravillas” -que en su primer
fin de semana en las pantallas españolas recaudó
7,6 millones de euros-, ha traído a la actualidad a
este escritor para niños con carácter universal.
VÍDEOS DE Lewis Carroll
A continuación podemos ver un vídeo de Lewis Carroll
: