
María
de los Ángeles López Segovia - verdadero nombre
de la actriz Lina Morgan nació el 20 de marzo de 1937
en la madrileña calle de San Pedro en el seno de una
familia humilde. Fue la penúltima de los cinco hijos
-Emilio, Julio, Julia, María de los Ángeles y
José Luis- del oficial de sastrería Emilio López
y de su esposa, Julia Segovia, una ama de casa que hacia milagros
para estirar el sueldo del marido. “Mi padre fue un hombre
excepcional. Luché lo indecible para sacarnos adelante
y supo transmitirnos sus extraordinarios sentimientos”
explica la actriz.
La escasez y el racionamiento la obligaron a salir a la calle
junto con su hermano José Luis para recoger cartones
y botellas que luego vendían. “Al cumplir 9 años,
mi padre me llevó al taller a pegar botones en las
prendas que confeccionaba. Había que arrimar el hombro
para sanear la economía familiar”. Así,
a los 10, dejó el colegio para trabajar, pero convenció
a sus padres para que la apuntaran a una academia de baile
de la calle Pelayo. Y es que, desde pequeña, siempre
tuvo en su cabeza la idea de ser artista. Admiraba profundamente
a Charles Chaplin, “Charlot”, y tras ver una de
sus películas, “Luces en la ciudad”, se
dijo a si misma “que algún día podría
triunfar y hacer reír al público .Y decidí
luchar por ello”. A los 13 años, con el permiso
de sus padres, debuto en la compañía infantil
“Los chavalillos de España”, Su primera
aparición como artista fue en el teatro Pérez
Galdós de Las Palmas. Dos años después
-gracias a su hermana Julia que trabajaba en una compañía
de ballet español y falsificando su documentación
para parecer mayor de edad- la contrataron como bailarina
en un espectáculo del local La parrilla del rey, donde
también trabajaba Esperanza Roy, que se convirtió
en una de sus mejores amigas. Delgada, bajita y graciosa,
Lina tenía que competir en el cuerpo de baile con mujeres
esculturales, pero, haciendo gala de su carácter positivo,
se daba ánimos, diciéndose: “A todo el
mundo no le van a gustar las chicas altas y llamativas”.
A los 16 años, tras sus escarceos amorosos con el
actor Manolo Zarzo cuando los dos formaban parte de “Los
chavalillos de España”, conoció a un hombre,
José Luis, que fue su primer gran amor: “Tenia
10 años más que yo y su familia se opuso rotundamente
a nuestra relación cuando supieron que mi vida era
el teatro. Terminamos cada uno por su lado”. Esa familia
tan poco comprensiva era la dueña de un negocio de
electrodomésticos cerca de la plaza del Callao y no
permitieron que Lina y José Luis siguieran con un romance
que les podría haber llevado al altar.
Mientras la artista vivía unos primeros años
duros de profesión en los que, explica, “dormí
en pensiones de mala muerte y a veces me acostaba con el abrigo
y los calcetines puestos por el frío que tenía”,
el amor volvió a llamar a su puerta: era un cantante
lírico, se llamaba Emilio, estaba casado y lo dejó
todo para seguir a la artista por toda España. Pero
tampoco entonces hubo final feliz.
Con 22 años, María de los Ángeles se
incorporó como segunda “vedette” a la revista
“Atraco en Nueva York”, encabezada por Manolo
Gómez Bur, y la crítica empezó a hablar
de ella como una de las bailarinas con mayor futuro. Cantaba
“El Pichi” y el éxito fue tan rotundo que
el día del debut tuvo que repetir el número
tres veces. Llegó un momento en el que decidió
que necesitaba un nombre más artístico. Con
la ayuda de su hermano José Luis eligieron el de Lina
Morgan: fácil de pronunciar y con resonancias de banca
americana: “Creímos que aquel apellido podría
traernos dinero”.
La fama de Lina creció tanto que la llamaron para
trabajar en el cine. En 1961, debutó en la pantalla
grande con “El pobre García”, película
a la que le siguieron “Vampiresas 1930”, “Una
tal Dulcinea”, “Julieta engaña a Romeo”
, “Las que tienen que servir” y “Qué
hacemos con los hijos”. Aquellos pequeños papeles
los alternaba con el mundo de la revista, que ella adoraba
por encima de todo y donde llego a compartir cabecera de cartel
con las máximas figuras del momento como Tony Le- Blanc,
Gila, Manuel Gómez Bur, Antonio Garisa, Zori-Santos
o Ángel de Andrés. Pero la popularidad con mayúsculas
se la otorgó la pareja “imbatible” que,
entre 1963 y 1971, formó en los escenarios con el actor
cómico Juanito Navarro. Si un actor cobraba en aquel
tiempo 300 pesetas diarias, Lina y Juanito se llevaban 1.000
cada uno.
En ese tiempo vivió otros dos grandes amores, uno
de ellos con un futbolista del Atlético de Madrid,
que formó parte de la selección nacional absoluta,
y un segundo con un empresario taurino del norte de España,
cuya familia se dedicaba al negocio de la ganadería.
Era fácil encontrar a la artista en las plazas de toros
mientras duro aquel romance.
Los desengaños amorosos no le impidieron seguir con
su exitosa carrera profesional. En 1969, protagonizó
su primer filme, “Soltera y madre en la vida”,
de Javier Aguirre, marido de Esperanza Roy, pero no se consagraría
hasta un año después con “La tonta del
bote”, de Juan de Orduña. Desde 1971, rodó
ocho Filmes con el cineasta Mariano Ozores, entre ellos “La
graduada”, “Los pecados de una chica casi decente”
y “Fin de semana al desnudo”. Todos ellos fueron
un éxito en la cartelera, pero le reportaron poco lucimiento
a una actriz de la envergadura cómica de Lina. “Al
cine le debo popularidad, pero, económicamente, nunca
me fue rentable”. Curiosamente, una de sus interpretaciones
mas recordadas fue la que hizo en una cinta dramática
de José María Forqué, “Una pareja
distinta”, donde daba vida a una mujer barbuda llamada
Zoraida, casada con un travestido alcohólico, papel
interpretado por José Luis López Vázquez.
Sin embargo, la película pasó sin pena ni gloria
y no volvieron a llamarla para filmes de ese corte.
En 1975, decidió montar su propia compañía
y, bajo la dirección de su hermano losé Luis,
estrenó ese mismo año en el madrileño
teatro Barceló “Pura, metalúrgica.”
, pero, según reconoció en su momento la artista,
“fue un absoluto fracaso. Perdimos todos nuestros ahorros
y no había dinero ni para pagar a la compañía”.
Y es que la muerte de Francisco Franco, a finales de ese año,
generó una gran incertidumbre política que hizo
que la gente dejara de acudir a los teatros. Durante el franquismo,
Lina, al igual que otros artistas, había acudido al
palacio de La Granja el 18 de julio para actuar en la recepción
que conmemoraba el Alzamiento.
Aquel primer fracaso con su compañía no la
desanimó y Lina volvía a hacer revista, esta
vez con éxito. Fue el caso de “Casta ella, casto
él”, “¡Vaya par de gemelas!»,
“La Marina te llama” o “Si, al amor”,
que le permitieron ganar el suficiente dinero para hacer realidad
su sueño de ser propietaria de su propio teatro. Así,
entre 1978 y 1983, Lina le pagó 127 millones de pesetas
al empresario Matías Colsada por la compra del teatro
La Latina. Y, mientras la artista triunfaba, la mujer fracasaba
en el amor, ya que tampoco prosperó su relación
con un zaragozano. “Quizás me he entregado demasiada
a mi profesión, he tenido éxitos como actriz
y unos cuantos desengaños amorosos... He amado mucho
y me han amado. He dejado y , me han dejado ... “.
Gracias a José Luis, consiguió que algunas
de sus revistas se grabasen para ser emitidas en TVE. El 27
de diciembre de 1983 la emisión de “Vaya par
de geme1as” reunió ante el televisor a nada menos
que 20 millones de espectadores. Empezaron a sucederse los
premios y distinciones: el Miguel Mihura a la mejor interpretación
en el año 1982, la Medalla de Oro al Mérito
en el Trabajo dos años más tarde, la del Mérito
Artístico del Ayuntamiento de Madrid en 1985 y una
placa en la puerta de la casa donde nació.
Pero no todo era felicidad. En 1983, falleció su padre,
circunstancia que le afecto tanto que la obligó a retirarse
durante un tiempo de la escena. Se fue con José Luis
a América y no volvió hasta que se sintió
totalmente recuperada. Años después, sufrió
el mismo intenso dolor con la muerte de su madre, a la que
se sentía muy unida. Lina asegura que ha llorado mucho
a lo largo de su vida, unas veces por rabia, otras por impotencia
y no oculta que hay momentos en los que “me siento muy
sola. Sólo el teatro me hace olvidar esa soledad...
“.
En 1984, sufrió un desprendimiento de retina en el
ojo derecho que estuvo a punto de dejarla ciega y la mantuvo
alejada de los escenarios -no era la primera vez que pasaba
por quirófano ya que anteriormente había sido
operada dos veces de las cuerdas vocales- hasta enero del
año siguiente, fecha en que reestreno su revista “Si,
al amor”, cuya versión televisiva logró
otra impresionante audiencia: 18 millones de espectadores.
En el 87 se presentó con el espectáculo “E1
último tranvía”, con el que estuvo cuatro
años, tras los cuales llego la que sería su
última revista, “Celeste no es un color”.
En 1992, el director Pedro Masé, que la ha definido
como “una mujer muy sensible, extravertida, autoexigente,
simpática y solidaria”, la convenció para
que protagonizase la serie televisiva “Compuesta y sin
novio”, trabajo por el que cobro 40 millones de pesetas.
Tres años mas tarde, mientras grababa para TVE un especial
de Navidad, murió su hermano José Luis, a los
54 años, víctima de una grave enfermedad que
le mantuvo los últimos meses de su vida ingresado en
una clínica de Guadalajara. Fue uno de los golpes más
duros que ha recibido Lina. José Luis era su mayor
apoyo y aquella muerte tan prematura la sumió en una
fuerte depresión: “Nadie se imagina lo que llegué
a querer a mi hermano. Era mi hijo, mi padre, casi mi novio.
Se lo llevó una cirrosis que al final fue un tumor.
Una hepatitis mal curada... Me lo tenían que haber
dejado con vida unos años mas. .. Era guapo por fuera
y sobre todo, guapo por dentro. Era mi todo. Me ha costado
muchísimo volver a entrar en el despacho que él
ocupaba en La Latina”. Aunque hundida, saco fuerzas
de flaqueza y cumplió con el último contrato
que había conseguido su hermano para ella: “Hostal
Royal Manzanares”, cuya grabación se inició
en 1996 y que la convirtió en la reina de la audiencia
televisiva. Finalizada esta serie, protagonizaría otras
dos “Una de dos” y “Academia de baile Gloria”
y un programa de gags, pero ninguno alcanzaría ya tanto
éxito entre él y público.
Tras el fallecimiento de José Luis, Lina nunca ha
vuelto a ser la misma. El hueco dejado por su hermano es demasiado
grande y lleva más de 10 años prácticamente
apartada del mundo artístico. Ha hecho “cameos”
en “Aqui no hay quien viva”, “A tortas por
la vida”, o “Escenas de matrimonio”, todas
ellas series de su gran amigo José Luis Moreno. En
esta ultima década, se ha volcado en ayudar a organizaciones
solidarias como “Mensajeros de la paz”, de la
que es madrina de honor. Entidades como ésta le permiten
aunar su sentido de la responsabilidad social con sus creencias
religiosas; “Dios me ha ayudado en todo. Y entre todos
los premios que he recibido, hay uno muy especial, la Medalla
de Jesús el Pobre, que me dieron en el 2000”.
Este 2010, se cumplen 60 años desde que Lina Morgan
empezó su carrera como artista y puede presumir de
que es una de las mujeres mas queridas de su profesión.
Dice que le hubiera gustado ser como la actriz norteamericana
Shirley McLaine, no echa de menos la presencia de un hombre
a su lado y no se siente frustrada por no haber sido madre.
No le gustan las tareas domesticas, cree en la bondad de las
personas y vive dedicada a su hermana Julia y a su teatro,
aunque no desecha la idea de vender La Latina porque “no
me gusta ser empresaria, aunque no me quede más remedio”.
A la espera de que llegue a sus manos un guión que
le motive suficientemente para volver a los escenarios, mantiene
viva la ilusión de reencontrarse con el mundo de la
interpretación porque se siente “llena de energía”.
VÍDEOS DE Lina Morgan
A continuación podemos ver un vídeo de Lina Morgan :