Luchino
Visconti di Modrone nació el 2 de noviembre de 1906 en
Milán (Italia). Su padre, Giuseppe Visconti, era un noble
que contrajo matrimonio, en 1900, con la hija de una rica familia,
Carla Erba. La fantástica mansión de la pareja
se convirtió en epicentro de la vida social milanesa.
Luchino fue el cuarto de sus cinco hijos: Guido -el preferido
de su admirada madre-, Anna, Luigi, Luchino y Edoardo. Según
él mismo escribió, fue educado para que “nunca
fuera un cretino aristocrático, engordado y ablandado
por la herencia familiar”.
Pero el ambiente en que vivía su familia, durante
siglos mecenas del teatro de La Scala, marcó a Visconti.
Las fiestas y veladas que organizaban sus padres se alternaban
con las comedias que interpretaban en su teatro privado. Su
madre, una mujer bella y elegante, era una excelente actriz,
una virtuosa pianista y una excepcional anfitriona.
“Cuando era niño, desde la habitación
de mi madre y con la puerta entreabierta, espiaba a los adultos,
y aún recuerdo a D´Annunzio a los pies de mi
madre con un ramo de violetas en la mano. Arturo Toscanini
estaba allí. Había venido a tomar una copa de
champán antes de ir a La Scala. A las cinco se servía
el té; el champán a las siete. Luego se cenaba
en mesitas muy juntas. Más tarde, juegos de naipes
en el salón verde”, recordaba el cineasta. Con
sólo 7 años, Visconti, que en su infancia tuvo
preceptor privado y recibió clases de música,
descubrió la ópera. Rápidamente se convirtió
en un apasionado de Giuseppe Verdi. La música de ese
compositor italiano fue, junto con las obras del inglés
William Shakespeare y del ruso Anton Chejov, una de las grandes
pasiones de su vida.
En 1927, se incorporó al Reggimiento Savoia de Caballería,
donde llegó a ser un sargento temido por los soldados.
Pero su vida cambió radicalmente el día en que
se dio cuenta de que su pasión por los caballos ya
no le satisfacía. Sentí la necesidad de dedicarme
a otras actividades y hasta vendí mis propios caballos
para irme a Paris”. A principios de los años
30, la capital del Sena era un hervidero de artistas e intelectuales.
Gracias a la diseñadora Cocó Chanel, de la que
su madre era clienta, Luchino contactó con el mundo
del cine, un invento que entonces fascinaba. Conoció
a Jean Renoir, para el que trabajó como ayudante de
dirección en “Toni”, película rodada
en 1935, y en ”Una partida de campo”, obra maestra
del genial director francés. La vida en Paris, donde
conoció a Dalí, Jean Cocteau y Cartier- Bresson,
entre otros, le hizo descubrir su destino profesional y su
ideología política. Renoir era comunista y Visconti
abrazó la causa. “Alejarse de los hombres que
viven y sufren es dejarse corromper por una visión
despreciable del mundo”, aseguró una vez. Sus
ideas le llevarían a colaborar con los partisanos durante
la II Guerra Mundial y estuvo a punto de ser fusilado.
En 1942, debutó en la dirección cinematográfica
con “Ossessione”, adaptación de “El
cartero siempre llama dos veces”, de James M. Cain,
y considerada por algunos como una de las películas
inaugurales del neorrealismo italiano. Cinco años más
tarde, filmó “La terra trema”, protagonizada
por no actores, sobre la vida de unos pescadores de atún
de un pueblo siciliano. Después vendría “Bellísima”,
con su tan amada como odiada Anna Magnani, con la que repetiría
en un episodio de “Nosotras, las mujeres”. En
1954, estrenó “Senso”, que rodó
con Francesco Rosi y Franco Zeffirelli como ayudantes. Ambientada
en la Venecia ocupada de 1866, combinó su tendencia
realista con un estilismo romántico. Al año
siguiente, dirigió una versión de la ópera
“La Traviata”, de Verdi, en la Scala, con la diva
Maria Callas. A lo largo de su vida, dirigió unas 25
óperas o ballets y una cincuentena de obras de teatro.
Su película “Noches blancas” supuso el
lanzamiento de Marcello Mastroianni y le permitió trabajar
con Jean Marais, amante de Jean Cocteau. Pero su primer gran
éxito comercial y artístico llegó, en
1960, gracias a “Rocco y sus hermanos” protagonizada
por Alain Delon. Según los críticos cinematográficos,
su gran obra sería “El gato pardo” (1963),
interpretada por Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale.
Basada en la novela de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, es un
excepcional retrato de la decadencia de la Italia del siglo
XIX. Dos años después, dirigió “Sandra”,
su única película protagonizada por una mujer
(Claudia Cardinale), sobre una trama incestuosa.
Le siguieron “El extranjero” (1967), adaptación
de la novela de Mario Camus, y “La caída de los
dioses” (1969), impresionante retrato del nazismo cuyo
protagonista, el actor austriaco Helmut Berger, se convirtió
en su amante y su actor fetiche. El sería el protagonista
de la wagneriana “Ludwig” (1973), sobre Luis II
de Baviera, con Romy Schneider. Pero más emblemática
en su filmografía fue una película rodada en
1971; “Muerte en Venecia”. Basada en la obra de
Thomas Mann, describe la soledad de un homosexual mayor obsesionado
por la belleza de un jovencito, papel que iba a interpretar
Miguel Bosé, su ahijado. Sus dos últimos trabajos
en cine fueron “Confidencias”(1974), con Burt
Lancaster y Silvana Mangano, y “El inocente” (1976),
protagonizada por Laura Antonelli y Giancarlo Giannini.
Fumador de un centenar de cigarrillos diarios, empezó
a tener problemas de salud en 1972, cuando una embolia le
dejó medio cuerpo paralizado. “Ni los años
ni la enfermedad han acabado con mis ganas de vivir y de luchar.
.. Películas, teatro, comedias musicales, quiero hacerlo
todo. Con pasión. Siempre hay que arder de pasión
cuando se enfrenta uno a cualquier cosa”, aseguraba
este hombre que quería llevar al cine la obra de Marcel
Proust “En busca del tiempo perdido”, su libro
favorito. Se lo impidió la muerte, que le sorprendió,
en Roma, el 17 de marzo de 1976. Dos días más
tarde se celebró un doble funeral, laico y religioso.
Su cenizas, según sus últimos deseos, fueron
depositadas en la isla de Ischia.
VÍDEOS DE Luchino Visconti
A continuación podemos ver un vídeo de Luchino Visconti :