Lucía
Bosé nació el 28 de enero de 1931 en Milán,
Italia. Era la más pequeña de los tres hijos
-Gianni, Aldo y ella- del matrimonio formado por Domenico
y Francesca. Sus abuelos y bisabuelos eran campesinos, pero
su padre emigró con su familia a Milán, donde
trabajaba en una fábrica. Vivían a las afueras
de la ciudad, en una masía del siglo XVI que compartían
con otras familias (entre ellas, sus abuelos, Rosa y Giuseppe)
para, entre todas, poder pagar el alquiler.
El primer golpe de su vida le llegó a los 7 años,
cuando tuvo que afrontar la muerte de su hermano Aldo, de
10. “Le mordió un bicho” , ha explicado
Lucía en sus memorias recientemente publicadas, y la
herida se infectó. Aunque le amputaron una pierna para
cortar la infección, ésta se extendió
y acabó con su vida. Para Lucía fue un gran
golpe, pues Aldo era quien más la cuidaba y protegía.
Al año siguiente estalló la Segunda Guerra
Mundial y su familia se quedó sin casa. Se cobijaron
en una iglesia y, esforzándose todos, lograron sobrevivir.
Su madre trabajaba en una frutería y Lucía se
jugaba la vida robando carbón a los soldados alemanes
para poder calentarse y cocinar. Cuando terminó la
guerra, el padre de Lucía se colocó en una fábrica
de pinturas, su madre en una editorial, su hermano de delineante
y ella como mecanógrafa en un despacho de abogados.
Luego, fue dependienta en una confitería y allí
la vio por primera vez el director Luchino Visconti, que le
dijo: “Usted un día hará cine”.
Lucia tenía 16 años y en toda Italia se empezaba
a hablar del concurso de Miss Italia. Se podía optar
también al premio de Miss Fotogenia y unos amigos suyos
enviaron su retrato al concurso sin que lo supiera. Ganó
y su madre la llevó a concursar a Miss Italia. Corría
el año 1947 y Lucía ganó el concurso,
en el que también participó la entonces desconocida
Gina Lollobrigida.
Aquello le cambió la vida. Eduardo Visconti, hermano
de Luchino, se enamoró de ella y decidió convertirse
en su “pigmalión”. De su mano, Lucía
acudió a conciertos de música clásica
y a los mejores restaurantes de Italia, se acostumbró
a leer libros de la literatura clásica y aprendió
las normas de la etiqueta. Era un amor platónico (ella
no concebía el sexo fuera del matrimonio y él
estaba casado y era 22 años mayor que ella), pero llegó
un momento en que Enrico la obligó a escoger: “O
te dedicas al cine como profesional o te vienes a vivir conmigo
y olvidas todo proyecto relacionado con ese mundo”,
le dijo. Lucía escogió ser actriz.
Al poco, contrajo una tuberculosis, enfermedad que no venció
hasta los 25 años. En 1950, Lucía consiguió
su primer papel protagonista en la película “Non
c'e pace tra gli ulivi” (No hay paz entre los olivos),
en la que trabajó con Raf Vallone y hacía de
pastora. Ese mismo año rodó “Crónica
di un amore” (Crónica de un amor), de Antonioni.
Tras rodar unas cuantas películas más en Italia,
en 1955 fue contratada para trabajar en “Muerte de un
ciclista”, a las órdenes de Juan Antonio Bardem.
En Madrid, durante la recepción ofrecida por el embajador
de Cuba, conoció al torero Luis Miguel Dominguín.
En un principio, le pareció un fanfarrón, pero
el diestro supo conquistarla. Se enamoraron locamente el uno
del otro y, ese mismo año, contrajeron matrimonio civil
en Las Vegas aprovechando que él tenía que ir
a EEUU por compromisos profesionales. Poco más tarde,
el 19 de octubre de 1955, se casaron por la Iglesia en una
finca del diestro en Cuenca. El motivo fue que Luis Miguel
estaba invitado a una cacería en la que participaba
Franco y, como no estaban casados por la Iglesia, el anfitrión
le rogó que asistiera sin Lucía. En la España
franquista y mojigata de la época, quien no había
pasado por la vicaría no estaba oficialmente casado,
así que el torero organizó la boda en un abrir
y cerrar de ojos.
Al poco de casarse, Lucía descubrió los sinsabores
de haberse unido a un hombre como Luis Miguel: su marido le
prohibió hablar italiano y cocinar espagueti y otros
platos tradicionales de Italia y se negó en redondo
a que volviera a hacer cine. Ella, enamorada como estaba,
decidió seguir adelante y formar una familia con é1,
pero aquello sólo duró unos años, hasta
que se dio cuenta de que su marido le era infiel con cualquier
mujer que se le pusiera a tiro. Antes de separarse el matrimonio
tuvo cuatro hijos: Miguel, que nació en 1956 y se ha
convertido en un artista; Lucía, que llegó al
mundo al año siguiente, Paola, nacida en 1960, y Juan
Lucas, que murió al mes de nacer a causa de un virus.
En los años que duró su matrimonio, Lucía
y Luis Miguel se codearon con lo mejorcito de la sociedad
del momento: la Duquesa de Alba, Mercedes Urquijo, ministros...
También mantuvieron una estrecha relación con
Picasso, padrino de Paola. Pero, las infidelidades de él
pudieron más que su amor y, tras enterarse de que su
marido se había liado con Mariví Dominguín,
su prima, Lucía le dijo que quería separarse.
Corría el año 1968 y el divorcio no era legal
en España. Todo el mundo le aconsejó que no
lo hiciera, porque en aquellos años la mujer separada
no tenía derecho a nada, pero Lucía siguió
adelante, se enfrentó a su marido y dio por terminado
su matrimonio. Logró quedarse con la custodia de sus
hijos y siguió viviendo con ellos en el hogar familiar,
en Somosaguas, pero tuvo que volver a trabajar para poder
mantenerlos.
Con 30 años, volvió al cine.Regresó
a Italia y directores como Fellini, Bolognini o los hermanos
Taviani volvieron a contar con ella. Así, mientras
sus hijos estudiaban en el Liceo Francés, ella compaginaba
su trabajo en Italia con viajes a España para verlos
y rodar películas aquí. Siguió haciendo
cine sin parar hasta 1976, y en esos años se volvió
a enamorar de un diplomático italiano, casado con una
mujer paralítica y enfermo de muerte. Ella no lo sabía,
pero cuando le llegó el telegrama de su muerte y su
esposa habló con ella, conoció toda la verdad.
En 1990 rodó dos películas y, cuatro años
más tarde, trabajó en una serie de la RAI. Lo
último que hizo fue un papel en la película
“Harem”, de Ferzan, a finales de los 90.
En los últimos años de su vida, Lucía
ha ido adentrándose cada vez más en el mundo
de la espiritualidad. Se define como “cristiana y no
católica”, y tiene una imaginación desbordante
que a menudo la lleva a ver lo que podríamos calificar
de visiones, pero que ella tiene claro que no lo son. La última
de ellas fue un museo dedicado a los ángeles. Lo visionó
y no paró hasta montarlo. Desde hace algo más
de dos años, el Museo de los Ángeles -donde
pueden admirarse diversas obras de arte contemporáneo
que giran alrededor de estas figuras celestiales- está
situado en una antigua fábrica de la localidad segoviana
de Turégano. Ella vive en un pueblecito cercano llamado
Brieva, donde sigue recibiendo la visita de artistas y gente
conocida, como Boris Izaguirre, gran amigo de su hijo Miguel
y de ella misma, puesto que vivió un año en
su casa. Presume de tener muchos amigos y dice que “la
más normal de todos, dentro de lo que cabe, soy yo.
Me teñiré el pelo de azul, tendré un
carácter difícil, pero soy la más normal...
aunque no sea más que por eliminación”.
Cada día lucha por mantener su museo a flote pero,
como su cabeza no para de crear cosas nuevas, ahora piensa
en montar una escuela de lengua española en La Granja.
“Sólo falta el dinero”, señala,
pero nadie duda de que sabrá cómo conseguirlo.
VÍDEOS DE Lucia Bose
A continuación podemos ver un vídeo de Lucia Bose :