Lucrecia Borgia, papisa y miembro de una familia mítica

Lucrecia BorgiaLucrecia Borja (el apellido se italianizaría después como Borgia) nació en Roma en 1480. Su padre fue el cardenal valenciano Rodrigo Borja y su madre Vanozza Catanei, una bella romana que fue amante del eclesiástico entre 1474 y 1481. De aquella relación nacieron otros hijos: César y Juan -mayores que Lucrecia- y Jofre, el pequeño. Vanozza no fue la primera mujer en la vida del cardenal, que en años anteriores había sido padre de tres hijos más: Pedro Luis, Jerónima e Isabel. Incluso tuvo un último hijo, póstumo,Rodrigo. No se sabe quiénes fueron las madres de estos niños, pero todos, al igual que los de Vanozza, fueron reconocidos por el padre. Los Borja provenían del reino de Aragón, pero en el siglo XIII se habían instalado en Valencia, una de las ciudades más populosas y prósperas de todos los reinos cristianos de la península ibérica y donde llegaron a tener gran importancia social.

Huérfano de padre, sobrino del obispo de Valencia y segundo hijo en el orden de nacimiento, Rodrigo Borja siguió la carrera eclesiástica. Auspiciado por su tío Alfonso (que en 1455 fue elegido papa como Calixto III), Rodrigo, apodado Morrudet por sus gruesos y carnosos labios,hizo carrera en un Vaticano donde los cardenales dedicaban más tiempo a la alta política y las luchas intestinas que a los rezos y plegarias.

Hábil para obtener la protección de los Papas que sucedieron a su tío en el gobierno de la Santa Sede, Borja se convirtió en el cardenal más rico de la curia romana. Era de todos conocida su debilidad por los placeres de la carne y sus sucesivas paternidades, cuando en 1474 se prendó de Vanozza, a la que instaló en una amplia mansión del monte Esquilino, en Roma. Hasta allí solía ir cada noche para jugar con sus hijos (con los que hablaba en valenciano, su lengua materna) y compartir el lecho con la madre. Para encubrir sus visitas hizo casar a Vanozza con hasta tres maridos que, sucesivamente y a cambio de dinero, hacían de tapadera. Lucrecia era su hija preferida. Era una niña bellísima, muy rubia, de tez muy blanca y una enorme sensualidad.

Tras el nacimiento de su hermano pequeño, Jofre, Lucrecia tuvo que dejar la casa del Esquilino y fue puesta bajo los cuidados de Adriana Milá Orsini, sobrina de su padre, quien le procuró una educación artística e intelectual. La niña y su aya se instalaron en el palacio de Santa María in Portico, contiguo al Vaticano, donde residían el cardenal y sus hijos varones. En aquel palacio vivía también la que se consideraba la “corte femenina” de Borja: además de la propia Adriana, Juana de Montcada -esposa de uno de sus sobrinos- y Julia Farnesio, la bellísima nuera de Adriana, quien, a sus 16 años, se convirtió en lujuriosa amante del cardenal Borja.

A los 11 años, y por intereses políticos de su padre, Lucrecia fue prometida en matrimonio al noble valenciano Querubí Joan Centelles, señor del valle de Ayora, y también al napolitano Gaspare de Prócida, señor de Aversa. No llegó a casarse con ninguno de los dos, ya que, en 1492, Rodrigo Borja fue elegido Papa bajo el nombre de Alejandro VI y no necesitó aquellas alianzas.

Al año siguiente, sin embargo, Lucrecia, de 13 años, se casó con Giovanni Sforza, señor de Pesaro y conde de Contignola, sobrino de un poderoso cardenal. El matrimonio se celebró el 12 de junio de 1493 en el Vaticano y cuentan que, para divertir a sus invitados, la joven hizo desnudar a Mandrino, el bufón de su marido. Para entonces Lucrecia no debía ser virgen, ya que es muy probable que ella y sus hermanos hubieran participado en las bacanales y orgías que se celebraban en el Vaticano.

Alejandro VI llenó la Santa Sede de familiares, amigos y paisanos. En un momento en que las intrigas palaciegas acababan en muerte, el Papa sólo confiaba en los de su linaje o de su país. Una larga lista de parientes y compatriotas recibieron la púrpura cardenalicia y ocuparon cargos de responsabilidad, ante el odio de los italianos, que los veían como usurpadores.

Algunos años después de la boda de su hija, al Pontífice no le convino aquel matrimonio. Encargó a su hijo César que matara a su cuñado, pero Sforza consiguió escapar con vida. El Papa le exigió que declarara que no había consumado el matrimonio con Lucrecia, con la que nunca había convivido, pero con la que seguramente alguna vez durmió. Él se negó y lo acusó de haber cometido incesto con su hija. Nunca ha habido pruebas de esas relaciones sexuales entre padre e hija, pero bien podrían haberse dado. Finalmente, Alejandro VI logró que el Tribunal de la Rota declarase a Lucrecia virgen y se anulara el matrimonio. Aquello produjo toda suerte de comentarios en Roma, ya que para entonces Lucrecia lucía un abultado vientre de embarazada. En 1498 dio a luz a un varón, sin que se supiera quién era el padre. Se rumoreaba que podría ser el Papa o algún hermano de Lucrecia. El niño fue inscrito como hijo de César y mujer desconocida. Años después el Papa lo reconocería como suyo. Poco después, Juan Borgia, el hermano mayor, apareció cosido a puñaladas. Se cree que su asesino fue su hermano César, que se consumía de envidia bajo un capelo cardenalicio que no iba con su carácter guerreador y mujeriego. También murieron un tal Perote, el camarero preferido del Papa, y Pentesilea, la más fiel criada de Lucrecia. Estos asesinatos se atribuyeron a César y a que, probablemente, los dos sabían demasiado sobre el embarazo de Lucrecia. Estos sucesos hablan del lado más oscuro de esta familia, que hicieron famoso un veneno llamado cantarella (una mezcla letal de orines desecados, sales de cobre y arsénico) para sus venganzas.

Dos meses después de dar a luz, Lucrecia fue casada con Alfonso de Bisceglie, hijo natural del rey de Nápoles. Tenía 17 años y estaba considerado el joven más bello de Italia. Se enamoraron, Lucrecia disfrutó por primera vez del amor lejos de su absorbente familia y tuvieron un hijo al que llamaron Rodrigo. La felicidad no duró demasiado y, el 15 de julio de 1500, Alfonso fue cosido a puñaladas. No murió, quedó malherido y al cabo de un mes un agente de César lo estranguló. Destrozada por el dolor, Lucrecia se encerró en su castillo de Nepi, pero dos meses después recibió la visita de César. La que los enemigos de los Borgia acusaban de ser “hija, nuera y amante del Papa” no iba a librarse con tanta facilidad de su intrigante familia. Lucrecia volvió a formar parte de los Borgia y en ocasiones actuaba como Papisa, ya que su padre le transfería las responsabilidades del Estado Pontificio cuando se ausentaba de Roma.

Viuda a los 20 años, la belleza de Lucrecia volvió a ser instrumentalizada por su padre para asegurarse un nuevo aliado. Así, en diciembre de 1501 se celebró su boda con Alfonso de Este, duque de Ferrara, donde los esposos se instalaron en febrero de 1502. Pese a que en la familia de su esposo menudeaban también los crímenes y las venganzas, Lucrecia estaba muy contenta de perder de vista el Vaticano. En su nueva corte se rodeó de artistas, poetas y músicos y empezó una vida tranquila y sosegada. Al año siguiente,murió Alejandro VI y César falleció en 1507 en un combate suicida en Navarra. Pese a todos los males que le habían infligido, Lucrecia lloró la muerte de aquellos dos hombres. Les sobrevivió hasta 1519 cuando, con 39 años, falleció por fiebres puerperales tras dar a luz a su undécimo hijo.


VÍDEOS DE Lucrecia Borgia
A continuación podemos ver un vídeo de Lucrecia Borgia :





Fotos de Lucrecia Borgia:



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