Manuel
García Escobar nació el 19 de octubre de 1933
en El Ejido (Almería). Fue el quinto de diez hermanos.
Su padre, Antonio, provenía de una familia de agricultores,
pero para sacar adelante a su numerosa familia se dedicaba a
todo tipo de menesteres: montó una tienda de ultramarinos
y, más tarde, una fonda. Consciente de la importancia
de tener una buena formación, después de la Guerra
Civil prestó una habitación a un profesor a cambio
de que enseñara cultura general y música a sus
hijos. Así que, desde muy pequeños, éstos
aprendieron a tocar el laúd y la guitarra. Se aficionaron
tanto a la música que tres de los hermanos, Baldomero,
Salvador y Manolo, montaron un grupo que actuaba en fiestas
familiares.
Eran tiempos duros y, aunque los García no llegaron
a pasar hambre, el cabeza de familia decidió que tenían
que emigrar a un lugar donde hubiese más posibilidades
de salir adelante. En 1946, Manolo -que tenía 12 años-
marchó a Barcelona con su padre y dos de sus hermanos:
Salvador, de 14 años, y Baldomero, de 18. Su madre,
María del Carmen, se quedó en Almería
con los cinco hijos menores. También se quedaron los
dos hermanos mayores, Antonio y María, ya casados.
“Me dio una gran pena salir de Almería -ha relatado
el artista-, aunque tengo que reconocer que enseguida me adapté
a Barcelona y la he sentido siempre como mi propia tierra”.
Al llegar a la Ciudad Condal, Manolo se colocó de
aprendiz en una fábrica de restauración de metales.
Sus otros dos hermanos también encontraron trabajo
y pudieron cambiar la habitación alquilada del Barrio
Chino en la que vivían por un piso en la ciudad de
Badalona. Fue entonces cuando, por fin, su madre y sus hermanos
pequeños se trasladaron a Cataluña.
A punto de cumplir los 15 años, Manolo se colocó
de peón de albañil junto a su hermano Salvador
y, más tarde, entró en una fábrica de
productos químicos, hasta que tuvo que irse a Marruecos
para hacer el servicio militar. A su regreso, opositó
como auxiliar de Correos y Telégrafos y ganó
la plaza.
Pese a trabajar en Correos, ni Manolo ni sus hermanos abandonaron
nunca su pasión por la música. Por eso, cuando
un compañero de la “mili” le invitó
a una fiesta para celebrar su licenciatura, él cantó
alegremente su repertorio. Quiso la casualidad que en la fiesta
hubiera un colaborador de Radio Barcelona que, al escucharlo,
le invitó a ir al programa “Serenata”.
Fue, con toda la ilusión de sus 20 años, y gustó
tanto que regresó a la semana siguiente. Las numerosas
cartas de apoyo a aquella joven promesa que llegaron a la
emisora determinaron que su colaboración se convirtiera
en diaria.
Fue entonces cuando Manolo y sus hermanos se plantearon seriamente
dedicarse a 1a música. “Mi madre se oponía
a que dejáramos un puesto de trabajo seguro para entrar
en un mundo que ella suponía lleno de go1fos y sinvergüenzas”,
ha explicado alguna vez. Su padre, en cambio, les animó,
así que, en 1958, Manuel pidió una excedencia
en su trabajo para probar suerte en el difícil mundo
de 1a canción. Pasó a llamarse artísticamente
Manolo Escobar y, con tres de sus hermanos a la guitarra y
él como única voz, creó el grupo “Manolo
Escobar y sus guitarras”. En verano trabajaban en Playa
de Aro, en la Costa Brava, y en invierno actuaban en locales
de Barcelona y hacían “bolos” por los pueblos
de Cataluña.
Fue en el verano de 1959 cuando conoció a Ana Marx,
una guapa alemana que veraneaba en Playa de Aro. El flechazo
fue instantáneo, y el artista no se lo pensó
dos veces a la hora de cortar la relación con su novia
de entonces, con quien llevaba cinco años. Ana y Manuel
pasaron 15 románticos días en Playa de Aro y,
cuando ella regresó a Alemania, estuvieron carteándose
hasta que se acabó la temporada de actuaciones, en
septiembre. Afortunadamente, le salió un contrato en
una sala de fiestas alemana, y se fue para allí, dispuesto
a volver con la mujer de sus sueños.
El 10 de diciembre de 1959, Ana y Manolo se casaron en Colonia
y, tras una breve luna de miel en Alemania, se instalaron
en la casa de los padres del artista, que por entonces vivían
de nuevo en Almería. Allí, Manolo ya empezaba
a ser conocido: sus canciones se escuchaban en la radio y
la gente lo saludaba por la calle, pero, fuera de Almería,
era un completo desconocido.
No fueron tiempos fáciles para la pareja, pues no
tenían suficiente dinero para comprarse un piso y les
faltaba la intimidad. A todo ello había que sumar el
hecho de que, en aquellos años, la situación
de la mujer española estaba a años luz de las
europeas, y a Anita le costó bastante adaptarse a nuestro
país. Ella conducía, fumaba y vestía
pantalones, algo que aquí estaba muy mal visto en una
señorita. “Todo eso nos costó -ha asegurado
en alguna entrevista el artista-, aunque, tal vez, todos esos
sufrimientos y malos ratos nos ayudaron a construir unos cimientos
muy sólidos en nuestro matrimonio”. Y no hay
duda de que esos cimientos son muy fuertes, porque ya llevan
46 años de feliz y armónica convivencia.
Con cariño y comprensión, la pareja fue superando
todas las dificultades y, cuando, al cabo de un tiempo, el
nombre de Manolo Escobar fue siendo cada vez más conocido
en España, decidieron que era hora de trasladarse a
Madrid. Esto ocurrió en el año 1963. Por entonces,
Manolo ya había cosechado varios discos de oro y, con
el dinero ganado, pudo firmar las letras de un piso.
Su imparable ascenso hacia la fama había empezado
en 1961, cuando debutó en Córdoba, en el teatro
Duque de Rivas, con su propio espectáculo: “Canta
Manolo Escobar”. Al año siguiente, logró
estrenar ese mismo espectáculo en Madrid y Barcelona,
actuaciones que cosecharon rotundos éxitos. Pero, cuando
de verdad se convirtió en un ídolo de masas,
fue en 1963, tras presentar su segundo “show”.
A partir de entonces, los discos que había grabado
anteriormente se fueron convirtiendo en discos de oro sucesivamente.
En la radio no paraban de sonar canciones como “Pero
mira como beben”, “Yo soy un hombre de campo”
o “Pasodoble, te quiero”, y en el cine se estrenó
con “Los guerri1leros”, junto a Rocío Jurado.
Esa película dio paso a otras como “Juicio de
faldas” y “¡En que país vivimos!”,
en las que compartía cartel con Concha Velasco, con
la que volvería a actuar ante las cámaras y
con la que siempre ha mantenido una excelente amistad.
1963 también fue el año en que Manolo y Anita
pudieron disfrutar de sus primeras vacaciones. Tenían
suficiente dinero para permitírselo y se regalaron
una estancia en Benidorm. Dos años después,
decidieron comprar una casa allí, la cual ha acabado
siendo su residencia habitual.
En la decisión de mudarse tuvo mucho que ver una
mala gestión del artista: en 1979 invirtió todos
sus ahorros en un negocio de fabricación de pantalones
que no fue bien. Se arruinó y le embargaron la casa
de Madrid. Sin embargo, pudo salvar la de Benidorm y desde
entonces la familia reside en este municipio.
Vanessa, por la que Manolo y Anita sienten auténtica
devoción, llegó a la vida del matrimonio en
1978, cuando ya llevaban casados 18 años. Después
de varios embarazos que no llegaron a buen término,
el matrimonio tomó la decisión de adoptar una
niña y, lejos de esconderlo, reunieron a los periodistas
para presentarla ante toda España. Por entonces, en
nuestro país adoptar no era nada corriente y, cuando
se hacia, se mantenía en secreto. Aquel gesto ayudó
a que muchas parejas también se animaran a adoptar
sin vergüenzas ni traumas. Si el matrimonio había
sido muy feliz sin hijos, la pequeña Vanessa colmó
la alegría de Manolo y Anita, que se volcaron en el
cuidado de la niña. El artista también le dedico
una canción, “Mi pequeña flor”,
que fue número uno de ventas, e incluso la cogió
en brazos mientras le cantaba en algún concierto, gesto
muy emotivo que volvió locos a sus seguidores. Licenciada
en Periodismo y aficionada al teatro, Vanessa nunca ha sentido
la vocación musical.
En las décadas de los 60 y 70, Manolo cosechó
grandes éxitos, tanto como cantante como en la gran
pantalla. Canciones como “Porompompero”, “Mi
carro”, “La minifalda”, “Madrecita
Maria del Carmen” o “Mujeres y vino” se
han convertido en verdaderos referentes para millones de españoles.
La fama del cantante almeriense fue tal que, en 1975, recibió
19 discos de oro en un homenaje que le brindaron en el Palacio
de los Deportes de Barcelona, un acto al que acudieron unas
10.000 personas. Su gran amiga Concha Velasco fue la encargada
de presentar el acto, en el que también se le hizo
entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad de Almería
y se le nombró hijo adoptivo de la misma. Igualmente,
el artista recibió las distinciones que le otorgaron
la Sociedad General de Autores de España, la Diputación
Provincial de Barcelona, el Ayuntamiento de Badalona y otras
muchas instituciones españolas. Y, por ende, la Dirección
General de Correos y Telecomunicaciones le impuso la insignia
de oro de la corporación y la “capa de postas”,
distinción que sólo se otorga en casos excepcionales.
En ese mismo acto, Correos creó un matasellos conmemorativo
del homenaje, para una sola estampación, que se realizó
en el propio escenario sobre una foto gigante del artista.
Pero, sin duda, el momento más emotivo fue cuando el
cantante abrazó a su madre en el escenario. Lamentablemente,
su padre no pudo verle en la plenitud de su éxito,
pues había fallecido en 1962, justo cuando el cantante
empezaba a despuntar.
En 1980, Manolo abandonó su carrera cinematográfica,
pero, a principios de los 90, probó suerte como presentador
de televisión en dos programas que tuvieron gran éxito
de audiencia; “Goles son amores” y “Mañana
serán estrellas”. La jovialidad de Manolo estaba
presente en estos programas, donde demostró que es
capaz de hacer lo que le echen y, además, de hacerlo
bien. Después del éxito millonario de “Y
viva España”, que superó las expectativas
del propio Manolo y de su casa discográfica, se embarcó
en una tarea que quizás no haya sido suficientemente
apreciada: grabó la selección antológica
del cancionero español, decenas de canciones inmortales
de monstruos de la copla, pero con el sello particular de
su voz y su particular forma de interpretar, como “Antonio
Vargas Heredia”, “Suspiros de España”
o “Malvaloca”. En los últimos años,
ha continuado incansable con sus actuaciones y las grabaciones
de sus discos. Su público sigue estando ahí,
demostrándole afecto y complicidad allá donde
vaya.
Además, Manolo Escobar es un gran entendido y coleccionista
de arte moderno. De no haber sido cantante, sin duda se habría
dedicado a la pintura, afición que le ha llevado a
tener una gran colección de importantes pintores, cuyos
cuadros cuelgan hoy de las paredes de su casa.
Aunque siempre se ha cuidado, en 2001 sufrió un infarto
cerebral. Al año siguiente, le diagnosticaron una angina
de pecho de la que, afortunadamente, logró recuperarse.
Pero, en noviembre de ese año, el artista ingresó
en el hospital de Benidorm para someterse a una intervención
en la que se le sustituyó una válvula del corazón
que no le funcionaba bien, además de hacerle dos “bypass”.
Tras la operación, dejó los escenarios para
recuperarse. Pero si a algo le teme Manolo es a la inactividad:
“No me gusta quedarme en casa sin hacer nada. No puedo,
me convierto en una sombra vagando por la casa”, aseguraba
poco después. Así que, en cuanto supero sus
problemas de salud, emprendió la promoción de
su último disco, titulado “Manolo Escobar”,
elepé que hacia el número 72 de su carrera,
que había tenido que suspender.
Actualmente el cantante se toma las cosas con más
calma, aunque por su cabeza no pasa la idea de retirarse.
Tanto es así que, actualmente, se encuentra inmerso
en un nuevo proyecto, el espectáculo teatral “De
Manolo a Escobar”, una rareza absoluta que tiene el
formato ideal para convertirse en uno de los espectáculos
de culto del año. Producido por Focus y dirigido por
Xavier Alberti, es el propio artista quien va desgranando
sobre el escenario su autobiografía entre canción
y canción. El montaje se estrenó, como rodaje,
en Barakaldo, Burgos, Miranda de Ebro y Almería, y
recientemente ha recalado en Madrid y Barcelona. A sus 73
años, el gran ídolo de la canción española
sigue dando guerra, y de gran calidad. “He estado en
más de una veintena de películas, pero nunca
había hecho de actor de teatro, y la verdad es que
me va”, confiesa este artista que, además de
un gran y entusiasta trabajador, es un hombre simpático,
afectuoso, fiel y buen conversador.
VÍDEOS DE Manolo Escobar
A continuación podemos ver un vídeo de Manolo Escobar :