María Félix, la última gran diva del cine mexicano

Maria FelixMaría de los Ángeles Félix Güereña nació el 8 de abril de 1914 en Álamos, localidad del estado mexicano de Sonora. Su padre, Bernardo, era un indio yaqui y su madre, Josefina, era una mexicana muy bella de origen vasco. María fue la novena de los 12 hijos que tuvo el matrimonio.

Cuando tenía tres años, la familia se mudó a Guadalajara, capital del estado de Jalisco. Fue una niña alegre y traviesa, que prefería trepar a los árboles a jugar con muñecas. En el colegio era vital, inquieta, mala estudiante y la líder de sus compañeras. Siendo adolescente se enamoró de su hermano Pablo, pero cuando la madre se dio cuenta, envió al chico a una academia militar. Meses después, se suicidó.

A los 15 años, María de los Ángeles fue elegida por su belleza Reina del Carnaval de Guadalajara. Aquel mismo año usó por primera vez medias de seda y zapatos de tacón. A los 17 años se casó, contra la voluntad de sus padres y dando ya muestras de su carácter indómito, con Enrique Álvarez, un agente de productos de belleza. A los dos años tuvo a su único hijo, Enrique. Pero llevar una anodina vida de casada no era el destino de una mujer de naturaleza felina.

Se las arregló para conocer, y enamorar, al joven director de cine Fernando Palacios. Luego dejó a su marido, se instaló en Ciudad de México con su hijo, pero no se casó con el realizador. En realidad, lo usó para conseguir su objetivo: hacer cine. El precio que pagó por ello fue su hijo, ya que el ex marido se lo quitó y tardó años en volver a verlo.

En 1942, con apenas algunas nociones de interpretación, cante y baile, María protagonizó su primera película, “El peñón de las ánimas”, con Jorge Negrete, que sería su cuarto marido. En sus inicios, la actriz sacó su fortísima personalidad cuando los productores intentaron cambiarle el nombre. “Querían que me llamara Diana del Mar. Ni loca, les dije, yo no me pongo un nombre tan cursi. Luego me propusieron otro peor: Marcia Maris. Me negué rotundamente a llevar seudónimo”, dijo en una entrevista. Al final, aceptó quitarse el de los Ángeles para quedarse en el nombre que la haría famosa: María Félix.

En 1943, encarnó el personaje de Doña Bárbara, la protagonista de la novela homónima de Rómulo Gallegos, que Fernando Fuentes llevó a la pantalla. El personaje era el de una mujer mayor, pero María aceptó interpretarlo y el éxito fue apoteósico. Desde entonces, en México todo el mundo la conocía como “La Doña”. La parte negativa de ese gran triunfo fue que la actriz quedó encasillada en papeles de mujer fatal, con los que no se identificaba del todo, aunque los bordaba, y que siempre le dejaron la sensación de que “el gran papel de su vida” estaba por llegar.

Autodidacta, con una belleza que miles de mujeres intentaron copiar y con dos ojos que, como alguien dijo, “eran ascuas, ascuas oscuras”, el secreto del éxito de María fue que nunca imitó a nadie. Todo lo contrario. Desarrolló un estilo personalísimo de moverse, de mirar y de hablar, con su voz rota y profunda. A diferencia de estrellas del cine mexicano como María Móntez o Dolores del Río, “La Doña” no quiso ir a Hollywood donde, según dijo, “sólo me ofrecían mestizas o indias y, para colmo, indias malas”. Pero cuando le propusieron un buen papel, el de la mestiza Perla Chávez en “Duelo al sol”, no lo aceptó porque se negaba a aprender inglés.

Mujer de fuerte personalidad, gran sensualidad y notable inteligencia, su vida estuvo llena de amores apasionados. En 1944 se casó en segundas nupcias con el cantante Raúl Prado, componente del trío Calavera, del que se separó a los dos meses. Agustín Lara, el rey del bolero, se prendó de ella y, para enamorarla, compuso la canción “María bonita”, que le tocó, con una orquesta de mariachis y el cantante Pedro Vargas, bajo su balcón. La serenata ablandó el corazón de la dura María, que empezó a mirar con otros ojos al feísimo Lara. Se casaron en 1945 y su boda fue catalogada como “el encuentro de la Bella y la Bestia”, Lara la amaba con tanta desesperación que, en una ocasión que los celos le nublaron el entendimiento, estuvo a punto de matarla. La historia de la pareja llenó páginas y páginas de la prensa del corazón de la época y la noticia de su divorcio, en 1947, conmocionó México.

La actriz decidió poner tierra por medio y aceptó la propuesta del productor Cesáreo González para hacer cine en España, donde alcanzó una gran popularidad. “Tanta y tan intensa es su hermosura, que duele”, dijo el escritor francés Jean Cocteau que la conoció cuando rodaba aquí,en 1950, “La corona negra”.

Tras una breve etapa en Italia, María se fue a Argentina para trabajar en el film “La pasión desnuda” y vivió un romance con el actor Carlos Thompson. A punto de casarse, volvió a México para rodar “Camelia” y, de repente, anunció su boda con Jorge Negrete. La ceremonia fue retransmitida por radio a toda América Latina. Apenas un año después, en 1953, el cantante charro murió de una cirrosis hepática provocada por el alcohol y María se convirtió en la “viuda de México”. Los pantalones que llevó al funeral (en un tiempo en que las mujeres sólo vestían faldas) fueron la comidilla del país.

De nuevo sola, la actriz se refugió en el trabajo. En 1954 interpretó el papel de la Bella Otero en el film que dirigió Richard Pottier sobre la cupletista. Ese mismo año, el director francés Jean Renoir le ofreció un papel en “French can-can”. La película supuso la cima de la carrera internacional de Maria, que trabajó con actores como Yves Montand, Fernando Rey, Vittorio Gassman o Jack Palance.

Establecida en París, en 1961 se casó con el financiero multimillonario Alex Berger, que le permitió hacer realidad dos de sus sueños: criar caballos y coleccionar muebles Luis XV. Para entonces, ya sólo hacía películas en México y algunas en España. En 1963, con 49 años y para dejar claro que aún estaba de buen ver, hizo su primer desnudo en el film “Amor y sexo”. En 1970, tras el estreno de “La generala”, anunció su retirada del mundo del cine. Sólo volvió a ponerse ante las cámaras en 1980 para hacer “La bruja blanca”, que completó su filmografía en 47 películas.

En una ocasión aseguró que no se sentía ni “un mito, ni una diva, ni una estrella, porque no hice nada para serlo, nací así. Desde que tuve uso de razón experimenté la sensación de ser el centro de todas las miradas y, por eso, cuando más tarde llegó el éxito, no me sorprendió, me pareció natural, porque estaba acostumbrada a él antes de tenerlo”. En 1975, enviudó de nuevo y nueve años más tarde se unió sentimentalmente al pintor Antoine Tzapoff, con el que ha vivido sus últimos 18 años, repartiendo el tiempo entre sus casas de París, Cuernavaca y Ciudad de México. Precisamente se encontraba en esta última cuando, el día en que cumplía 88 años, un infarto de miocardio acabó con su vida mientras dormía. Un tranquilo final para una mujer que llenó las pantallas de sensualidad y magnetismo casi animal. Su fortuna, al parecer, quedará para el pueblo mexicano, su público más fiel y que acudió a llorarla al Palacio de Bellas Artes, donde se expuso su ataúd cubierto de rosas. Sus restos reposan, junto a su ya fallecido hijo, en el Panteón Francés de México.


VÍDEOS DE Maria Felix
A continuación podemos ver un vídeo de Maria Felix :





Fotos de Maria Felix:



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