Maria Isbert

maria_isbertMaria Vicenta Isbert Soriano nació en Madrid el 21 de abril de 1917. Fue la cuarta de los cinco hijos del gran actor Pepe Isbert y de su mujer, Elvira Soriano. Estudiaba en el Colegio Alemán cuando, con sólo 8 años, se subió por primera vez a un escenario para representar “vámonos“, una obra infantil de los hermanos Quintero. Lo hizo muy bien y ella exclamó, con orgullo: “Algún día seré primera actriz”.

 Aquello no le hizo mucha gracia a don Pepe, que no quería que ninguno de sus hijos siguiera sus pasos. De hecho, siempre anhelo que María estudiase idiomas y opositara al Cuerpo de Aduanas del Estado, pero la joven se negó, obnubilada por la magia del teatro. “Mi padre no quería que mi hermana Matilde y yo nos metiéramos en el teatro, pero al estallar la Guerra Civil nos llevó con él. Yo interpreté ocho obras con mi padre pero a Matilde le tiraron más los idiomas que los tablas y se hizo profesora”, recordaba tiempo  después. Uno de los motivos por los que su padre no quería que se dedicara al teatro era porque le parecía un mundo peligroso para una chica joven y “como yo he tenido un carácter muy extrovertido, a lo largo de mi vida he tenido que pararle los pies a más de uno que pensaba que, por ser simpática, todo el monte era orégano”.

Debido a ese carácter, su padre le aconsejó que se dedicara al cine, a lo que la joven le contesté: “¿Cómo quieres que haga cine con esta nariz? Así que me la operé”. Pasado un tiempo, Pepe, que olía el talento, le dijo: “Maria, tu podrás ganar millones”.

 Su carrera empezó en 1937 con “Nuestra Natacha”, la primera obra que interpretó como primera actriz en la compañía de su padre. Mientras actuaba en el teatro Fuencarral, fue a verla asiduamente un compañero del Colegio Alemán llamado Antonio Spitzer, de origen húngaro y que trabajaba como profesor  de idiomas. Su padre empezó a tener la mosca detrás de la oreja y le dijo al joven: “Es mejor que no vengas todos los días, lo digo por lo de las habladurías”. Sin embargo, los jóvenes continuaron viéndose a escondidas, especialmente cuando María debutó en el cine en 1944 con un pequeño papel en “La vida empieza a medianoche”, de Juan de Orduña. Al año siguiente, ganó el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos a la mejor intérprete de reparto por “Un hombre de negocios”. Finalmente, el 7 de mayo de 1949 se casó con Antonio, con el que tuvo ocho hijos: Tony, Andrés, José, Miriam -que murió al nacer-, Carlos, Hansi, Ramón y Alfonso. Tras su boda decidió retirarse de los escenarios para ejercer de madre y esposa, por lo que “durante muchos años estuve haciendo cine y casi siempre embarazada. Cuando los chicos se hicieron mayores seguía con unas ganas tremendas de volver al teatro, así que me inventé una historia y le conté a mi marido que me estaban llamando de varios sitios para regresar a los escenarios”.

Entre las películas más importantes de esa época figuran “Viridiana” (1961), de Luis Buñuel, “La gran familia” (1962) -donde coincidió con su padre que hacía el papel del abuelo que busca a su nieto Chencho en la Plaza Mayor de Madrid- o “El verdugo” (1963), de Berlanga, títulos que la convirtieron en una de las secundarias de lujo de la historia del cine español, donde se prodigaría tanto que, durante su carrera, llegó a intervenir en 286 producciones cinematográficas.

A mediados de los años 60, María vivió dos fortísimos golpes. En 1966, falleció su padre y, dos años después, murió su marido, dejándola con siete  hijos pequeños que sacar adelante. Después de perder a su padre y de quedarse viuda, la actriz se agarró a una de las frases que Isbert siempre le repetía: “No estés nunca triste, hija, porque es una gran y grave ofensa a Dios caer en la tristeza cuando se puede contemplar el lado bueno de las cosas”.

En su regreso a los escenarios, entró a formar parte de la compañía de Florinda Chico con la obra “¡Cómo está el servicio!”, de Alfonso Paso. En esa misma época se incorporó al reparto de la popular serie televisiva “La casa de los Martínez” (1967-1971) y protagonizó las obras “Bajo el mismo techo”, “Eugenia de Montijo”, “Las siemprevivas se marchitan en otoño” y “Del dicho al hecho”. En 1979, tuvo uno de los mayores disgustos de su vida cuando su hijo Tony, entonces de 30 años, fue condenado a cinco años de prisión en una cárcel inglesa por un delito de tráfico de estupefacientes, condena de la que, finalmente, sólo cumplió dos y medio. En 1986, celebró sus bodas de oro en el teatro con la obra “Patatús” y, dos años después, trabajó en el filme “Amanece que no es poco”, de José Luis Cuerda. Viendo los personajes cinematográficos que interpretó en su dilatada carrera siempre se había dicho que María presumía de ser fea, algo que ella desmintió al afirmar que “me habría gustado ser guapa pero, ya que no lo fui, decidí sacar partido a otras cualidades y, de paso, nunca me ofrecieron papeles en los que tuviera que desnudarme. ¡Todo tiene sus ventajas!”. Si en cine trabajó mucho, en televisión no fueron tampoco escasos sus trabajos, ya que intervino en una treintena de series, como “Hospital Central”, “Manos a la obra”, “Hermanos de leche, Los ladrones van a la oficina” o “Villarriba y Villabajo”.

En su tiempo libre le encantaba escuchar música, leer en alemán, inglés o francés y traducir y adaptar obras teatrales. “Me hubiera gustado bailar claqué, una de mis asignaturas pendientes, y lo haría si volviera a ser actriz. Fred Astaire fue siempre uno de mis ídolos”, explicaba. Irónica y sin pelos en la lengua, sobre su papel como la madre de Filemón en “La gran aventura de Mortadelo y Filemón” -uno de sus últimos trabajos- no tuvo reparo en decir que “el papel me pareció una mierda, pero acepté y obedecí al director a pies juntillas. Además, me pagaron estupendamente”,lo que le vino muy bien, ya que su pensión era de 180 euros.

Una de las anécdotas de su vida la protagonizó cuando el escritor Antonio Castro habló con ella cuando preparaba su libro “Sagas españolas del espectácu1o” con la intención de averiguar su edad, ya que había datos contradictorios y María le confesó un secreto: “Tras la Guerra Civil se perdieron mis documentos y al hacerme unos nuevos, aproveché y me quité dos o tres años”

Su última representación teatral fue en el 2003 con la obra “El cianuro, ¿sólo o con leche?”, y, en noviembre del 2008, fue homenajeada por sus colegas cuando la nombraron miembro de honor de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Su última aparición pública se produjo en el 2009 en el Teatro Circo de Albacete para entregar a El Brujo el XIII Premio Nacional de Teatro Pepe Isbert. A partir de ese momento, su estado de salud fue deteriorándose y apenas salía de la casa de uno de sus hijos en El Provencio (Cuenca), donde recibía la visita de sus otros hijos y sus 12 nietos, por los que sentía una gran debilidad. El lunes 25 de abril, cuatro días después de cumplir los 94 años, Maria Isbert murió en el hospital de Villarrobledo (Albacete), donde se encontraba ingresada. Sus restos mortales fueron velados en el Teatro Circo de Albacete y enterrados el miércoles 27 en Tarazona de la Mancha (Albacete), en el panteón familiar.

VÍDEOS DE Maria Isbert
A continuación podemos ver un vídeo de Maria Isbert :



Fotos de Maria Isbert:



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